| miércoles, 27 de agosto de 2003 | Charlas en el Café del Bajo -A menudo, Inocencio, creemos que algunas historias de vida sólo suceden en el cine o en las novelas, pero esto no es así. Claro, con frecuencia estamos muy sumergidos en nuestras cosas como para observar otros hechos que suceden a diario muy cerca nuestro. Y lo cierto es que es bueno de vez en cuando echar un vistazo a nuestro alrededor, no sólo para comprender dónde estamos, cuál es nuestra realidad comparada con la de los demás, sino para ayudar en el caso de que las circunstancias así lo permitan. El día sábado, lo recordará, hablamos del aborto, de nuestra oposición a él y narramos una historia de una joven estudiante de medicina violada hace muchos años atrás que (en mi opinión) con coraje y espíritu sublime tuvo el bebé y lo dio en adopción. Bueno, hemos recibido una carta que la quiero compartir con usted, y con todos los amigos del bar. Por razones obvias voy a omitir la identidad de la mujer que la envía.
-Léala, Candi, lo escucho.
-Dice así: "El día sábado 23 de agosto usted escribió un "mensaje" que me paralizó y emocionó por un largo tiempo. Usted relata una situación sobre una mujer que fue violada y entregó a su hijo en adopción, después de unos años él la visitó y le dijo que era su hijo biológico... Quizás usted no sepa lo que puede movilizar un mensaje como ese a la "gran variedad" de personas que lo leen. Yo le escribo para contarle lo que sentí, quizá le interese. Yo soy hija adoptiva, no conozco mi origen porque el partero que era el único que sabía se murió hace mucho tiempo y se llevó el secreto a la tumba, pero su esposa, que aún vive, sólo sabe... que era una mujer que estudiaba... ¿medicina?... en Rosario, que su hija (yo) nació un crudo día de invierno y que me entregó en adopción (no conoce las causas). ¿Entiende ahora por qué le escribo? El final es el que yo he soñado, encontrarla un día para compartir experiencias, yo también estudié en la Facultad de Medicina, pero no para médica sino para terapeuta ocupacional, y muchas veces pensé que a lo mejor, quizás...era el mismo camino de ella. ¿Sería tan amable de contarme más detalles de esta historia que conoce? Para más datos, hoy tengo 49 años y como creo que el tiempo es circular, espero encontrarla. Gracias por recibir este correo, espero no haberlo molestado. Cariñosamente, A. Una cosa más, Candi. ¿Quién es? Muchas gracias".
-Hay muchas cosas que yo podría decir luego de leer esta carta, simple pero profunda, que he querido transcribir en forma textual. Pero yo dejo a nuestros amigos la tarea de la reflexión. Sólo voy a decir una cosa: afortunadamente esta amiga existe, tiene vida, ha vivido cuarenta y nueve años y, como todos nosotros, seguramente ha tenido instantes de dicha y de dolor (¿acaso alguien nos prometió otra cosa cuando tuvimos la fortuna de conocer la luz?). Afortunadamente, también esta amiga tiene esperanzas, entre ellas la de encontrar a su mamá biológica y muy afortunadamente nos ha escrito. Muchas gracias.
-¡Cuántos testimonios de vida! La amiga pregunta quién es usted, Candi.
-¿Pregunta quién soy? Lo mismo me pregunto yo y apenas si tengo la respuesta: un alma que divaga por el espacio y el tiempo eternos e infinitos buscando la Verdad.
-¿Y aún no la encontró?
-He hallado el mensaje, que no es poco, y le sigo los pasos al autor. Bueno, pero no me quiero ir sin antes referirme a una cuestión muy importante que tiene que ver también con la vida Inocencio. Reapareció el llamado "Loco de la Escopeta" y poco faltó para que terminara con otra vida rosarina. Es increíble que después de tantos ataques aún no se tengan pistas de quién es este psicópata. Si alguien observa actitudes que le hagan sospechar no debería dudar en llamar a los investigadores.
-Es una pena que la moza del bar no haya podido individualizar la marca del automóvil en el que se desplazaba.
-Sí, pero yo estoy convencido de que alguien debe tener una pista, un indicio, un dato para aportar y que al menos sirva de inicio para esclarecer el hecho. A ese alguien le pedimos que aporte lo suyo para impedir que se ponga en riesgo la vida de los seres humanos. Ya tenemos bastantes angustias con los delitos que se producen diariamente como para que un desequilibrado (pero con claro conocimiento de lo que hace y astucia para eludir a las autoridades) ande impunemente por la calle disparando a mansalva. Creo Inocencio que para combatir la violencia es necesario que todos nos comprometamos. Hasta mañana.
Candi II
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