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 lunes, 25 de agosto de 2003

Editorial
Por una televisión mejor

La Academia Nacional de Educación ha vuelto a embestir contra la pobreza de contenidos y valores en las pantallas de televisión. Su crítica abarcó tanto lo periodístico como lo informativo y también lo que corresponde al entretenimiento. Para los académicos la televisión contribuye casi en forma nula a orientar educativamente al televidente, en momentos de crisis política, económica y social. Las críticas, ciertamente, no constituyen una novedad. La televisión argentina históricamente ha soportado críticas justas y otras no tanto, pero en lo que no hay controversias es en las lamentables consecuencias que sufrió por haberse puesto a tono con la banalidad de los 90 y también con la falta de creatividad de muchos países del primer mundo, imitándolos muy a pesar del público.

Debe tenerse en claro para que las objeciones no se malinterpreten que la televisión no es una herramienta en sí que eduque, pero puede constituir un auxiliar para el proceso de aprendizaje (muchas veces es utilizada en la escuela o en investigación). También es una herramienta más que adecuada para una veloz distribución de información y conocimientos, aunque en más de una oportunidad no estén lo suficientemente bien procesados.

La Academia Nacional de Educación hizo hincapié en el lenguaje degradante y frívolo que forma parte del supuesto esparcimiento, con programas, que so pretexto de entretener, ponen en relieve aspectos negativos de las relaciones humanas, en especial las derivadas de la violencia y de la trivialización del sexo. Y a la hora de poner ejemplos, aluden a los supuestos conflictos de talk-shows y programas de la farándula donde se suele arribar a conclusiones carentes de todo sustento y valor. Otro tanto creen que ocurre en materia informativa.

Cuál será la incidencia de esta pobreza de contenidos, falta de rigor profesional y exaltación de antivalores es un aspecto que merece ser analizado con detenimiento. Los académicos, mientras, arriesgan que al menos agravará los actuales problemas sociales y debilitará la educación en general. Si los televidentes quedan huérfanos del valioso aporte orientador y educativo que un medio de tanta incidencia social podría brindarles con información equilibrada y profesional, la situación es preocupante. Por eso el debate no debe ser eludido y sí enriquecido con aportes provenientes de los distintos ámbitos de la cultura. Al fin y al cabo, siempre hay posibilidades de mejorar.

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