 | lunes, 25 de agosto de 2003 | Charlas en el Café del Bajo -El sábado al mediodía me encontraba yo comiendo unos riquísimos ravioles caseros en Cyrano y de pronto se acercó un amigo. Pidió permiso, se sentó por un momento y me dijo: "Candi, yo te leo siempre. Confieso que a veces no estoy de acuerdo con algunas posiciones tuyas, pero en general coincidimos en muchas cosas. Me aburre un poco la cuestión política -siguió diciendo- pero comprendo que es necesario involucrarse, no podemos permitir que estos señores tengan vía libre. Leí días pasados la carta que te envió el candidato Nicotra y me pareció bastante buena, bastante sincera. Pero quisiera pedirte un favor -añadió-: ¿podrías escribir una carta a todos los candidatos en nombre de tus amigos y decirles lo que sentimos, lo que queremos?"
-¿Y usted que le respondió?
-Le dije que no podía hacer semejante cosa, que sería improcedente escribir en nombre de mis amigos sin saber lo que ellos opinaban. Que en todo caso las charlas estaban abiertas para todo el que quisiera manifestarse y que yo sólo podía escribir en mi propio nombre. Se levantó y contundente dijo: "Bien, entonces si te parece podés publicar estas palabras mías, apenas un ciudadano". Me dio la mano y se fue.
-El hombre presumía su respuesta y se vino preparado.
-La verdad es que el texto es corto pero puntual. Escuche: "Señores candidatos a gobernador, a legislador, a intendente: dice un proverbio chino que «Cuando el filósofo señala la Luna, el tonto se fija en el dedo». No es mi propósito denostarlos, ni injuriarlos, pero ¿no han hecho ustedes durante mucho tiempo como el tonto? El pueblo les pidió y les pide que observen sus necesidades, sus anhelos y ustedes, por ineficiencia y por todas esas cuestiones que todos conocemos, sólo miraron en el mejor de los casos el dedo del pueblo y después, como si lo de más allá, lo importante, no importara dieron media vuelta y volvieron a sus cosas".
-¡A la flauta, Candi, qué palabras!
-Sigo: "No obstante ello, yo tengo esperanzas y mucha gente aunque reniegue y sostenga lo contrario sólo por pura bronca acumulada, también la tiene. Esperanza de que alguien sepa interpretar nuestros deseos y produzca acciones para satisfacerlos ¿Y cuáles son esos deseos, señores? Creo que en primer lugar la ciudadanía quiere que se mejore en forma urgente el estado de ciertas rutas y calles, algunas de las cuales son ya intransitables. Las calles de la moral, de los principios éticos, de la decencia. Reparar luego las calles de la cultura y de la educación. Es menester que primero se mejoren estas calzadas rotas en esta maltrecha sociedad y especialmente en esta cuestionada dirigencia, pues de lo contrario será infructuoso cualquier otro intento. Rápidamente, y al mismo tiempo, comenzar a trabajar en lo urgente y no me detengo a especificar qué es lo urgente porque todos lo sabemos. Gracias".
-¡Qué palabras! Y a propósito de palabras, yo por mi parte no quiero dejar de leer una carta que me envió el ingeniero César Cati y que dice: "Estimado Candi: sigo vuestro diálogo en el café y lo felicito por la calidad lograda en esta columna. Es bueno en estos tiempos de agobio por lo material, dedicarle tiempo al espíritu. Con respecto a vuestra columna de hoy (de la semana pasada) coincido en que se debe dejar el «cholulaje político», y propongo que repasemos aquella materia que estudiábamos en la secundaria: educación democrática, y que realmente no sé si en los tiempos que corren, signados por la devaluación de la educación y otros valores, se dicta. Esto es habida cuenta de que se leen informaciones y análisis periodísticos basados en las anécdotas y las relaciones «carnales» entre las cámaras de legisladores de la Nación y el Poder Ejecutivo. Lo anecdótico sólo sirve para pasar el rato. En un país inmerso en una crisis como la que vivimos no hay tiempo para debatir los problemas en forma tangencial, sin estrategias y basándose en anécdotas. Atentamente".
-Es cierto, habría que regalarles manuales de educación democrática a todos los candidatos. Bueno, muchachos de la dirigencia: agarren el libro por favor que no muerde y pavimenten ciertas virtudes, ¡que están llenas de baches!
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