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 lunes, 25 de agosto de 2003

El vínculo afectivo de secuestrados con sus captores
Se cumplieron 30 años del hecho delictivo que dio nacimiento al término "síndrome de Estocolmo"

Hace treinta años, un asaltante sueco armado robó la atención del mundo y los corazones de los trabajadores bancarios que tuvo como rehenes por seis días, en un drama que acunó el término de "síndrome de Estocolmo".

La crisis de los rehenes incidió sobre un primer ministro presionado para ganar las elecciones, la policía ansiosa por obtener su salario del banco asaltado y sobre los periodistas aburridos de filmar la fachada del palacio real donde yacía el rey en su lecho de muerte.

Asimismo condujo a los psicólogos a identificar un fenómeno en el que los rehenes se vinculan afectivamente con sus captores. A pesar de las amenazas de muerte efectuadas por el asaltante Jan "Janne" Olsson, los cuatro trabajadores encerrados en la bóveda del banco comenzaron a ponerse de su lado y a criticar a los que trataban de rescatarlos.

El drama comenzó el 23 de agosto de 1973, cuando Olsson entró al Kreditbanken, un banco en el centro de Estocolmo, con lentes de sol y una peluca afro, pistola en mano. Disparando al aire, gritó en inglés: "!Esta fiesta apenas ha comenzado!".

Olsson, un delincuente insignificante, pidió tres millones de coronas (como dos millones de dólares de hoy), armas, un auto rápido y la liberación de Clark Olofsson, un antiguo compañero de celda. El asaltante amenazó con matar a tres mujeres y un hombre que trabajaban en el banco si no se satisfacían sus demandas. La policía sacó a Olofsson de la prisión y lo llevó al banco, pero se negó a cumplir las otras peticiones de Olsson, quien sin medios para huir se encerró en la bóveda del banco con Olofsson, y los cuatro rehenes.


Circo de medios
Las amenazas de violencia instaron al gobierno del entonces primer ministro Olof Palme a intervenir. A tres semanas de una elección general, quería desesperadamente que el drama de los rehenes tuviera un final feliz. La policía también tenía un particular interés personal, ya que sucedió un día antes de la fecha de pago de salarios de la policía y Kreditbanken era su banco.

Cuando la policía tomó sus posiciones fuera del banco, las cámaras de la televisión estaban apostadas fuera del palacio real donde agonizaba el rey Gustavo VI Adolfo I. Pero las tomas de la fachada del palacio eran menos interesantes que el drama que se estaba desarrollando en el banco.

Una vez que las cámaras se trasladaron, el drama atrajo la atención del mundo e hizo que los televidentes enviaran una amplia variedad de extrañas sugerencias a la policía para poner fin al estancamiento. Entre ellas, meter enjambres de abejas a la bóveda del banco, llenarla con pelotas de ping pong o colocar muñecos inflables con uniformes de policías, para que Olsson disparara y así se le acabarían las balas.

Dentro del banco, Olsson hizo varias amenazas para matar a los rehenes y los obligó, de tiempo en tiempo, a ponerse cuerdas con un nudo corredizo en el cuello. Sin embargo, tras unos cuantos días en la bóveda algunos comenzaron a criticar a la policía por su hostilidad e incapacidad en los esfuerzos para liberarlos.

Esta reacción pronto se denominó el "síndrome de Estocolmo", que los psicólogos describen como un mecanismo de defensa que los prisioneros usan consciente o inconscientemente para tratar de lidiar con la situación y evitar el daño. "Construir esta conexión es una estrategia de sobrevivencia. Si hay una conexión, le será más difícil al transgresor cumplir sus amenazas", dijo Magnus Lindgren, investigador del Consejo Nacional de Policía de Suecia. Sin embargo, Lindhe reconoció que a los rehenes realmente les llegó a simpatizar con Olsson.

La policía hizo un orificio a través del techo de la bóveda del banco y echó gas al interior. Olsson se rindió y los rehenes, todos ilesos, fueron liberados.

Olsson permaneció ocho años en prisión por su agresión, su último delito, y ahora administra un supermercado en Bangkok, donde vive con su familia. (Reuters)

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