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 domingo, 24 de agosto de 2003

La ONU pierde a uno de sus más brillantes diplomáticos
La muerte de Sergio Vieira de Mello en el atentado del martes en Bagdad

Alfons Luna

Nueva York. - La muerte del brasileño Sergio Vieira de Mello en el atentado contra la ONU en Bagdad martes segó la carrera de un hombre del que se decía que sería secretario general de las Naciones Unidas, gracias a su imagen impecable y a su responsabilidad en dos exitosas misiones, Timor Oriental y Kosovo, que suelen esgrimirse contra los que tildan a la ONU de ineficaz. Nacido en Río de Janeiro el 19 de marzo de 1948, Vieira de Mello, doctorado en filosofía, letras y ciencias humanas por la universidad de la Sorbona de París, murió en el atentado explosivo del 19 de agosto de 2003 tras quedar atrapado entre los escombros del hotel Canal, sede de la ONU en Bagdad.

De Mello falleció en una oficina, el lugar que utilizaba para describir la pesadez de la maquinaria: "Ser un hombre del sistema no significa ser un burócrata que se ha pasado la vida sentado en un despacho". En cualquier caso, este padre de dos hijos reivindicaba el marco, la organización, en su caso la ONU, en la que había pasado sus 30 años de carrera diplomática.

En su última intervención en Nueva York, ante el Consejo de Seguridad, el pasado julio, De Mello advirtió que "la presencia de la ONU en Irak sigue siendo vulnerable a ojos de todos aquellos que quieran ver a nuestra organización como un blanco". El carácter profético de sus palabras estaba fundamentado en un vasto conocimiento del terreno, gracias a haber liderado dos de las misiones más difíciles que la ONU ha enfrentado en décadas: Kosovo y Timor Oriental.


Un puesto en la historia
En la región balcánica pasaría escasamente un mes en 1999, sin embargo, sus casi tres años como representante especial de Annan en la provincia del sudeste asiático (de octubre de 1999 a mayo de 2002) le reservan un puesto en la historia de la ONU.

En un escenario terrorífico, marcado por la acción violenta de las milicias de Yakarta, que pasaron a cuchillo a miles de personas, De Mello protegió la transición de la provincia hasta su independencia y sentó las bases de la estabilidad actual. "Los timorenses del este hemos perdido a un gran amigo y hermano", lamentó el canciller del nuevo país José Ramos Horta.

También el presidente estadounidense George W. Bush se refirió a Timor Oriental para describir el trabajo de De Mello en el avispero de Irak: "Al igual que en Kosovo y Timor, De Mello ayudaba al pueblo iraquí en el camino hacia un país democrático gobernado por la ley".

A De Mello, elegante y distinguido, le quedaban escasos días para cumplir con su mandato de cuatro meses como representante especial de Kofi Annan en Irak antes de volver a asumir su cargo de Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que ocupaba desde septiembre de 2002.

Su muerte en el peor ataque sufrido por la organización desde su fundación en 1946 fue llorada en todo el mundo, especialmente por sus compañeros de trabajo, que el miércoles se abrazaban y sollozaban lejos de las cámaras, en un rincón de la cafetería de la sede de Nueva York. (AFP)

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