| domingo, 24 de agosto de 2003 | El cazador oculto: Nostalgias de las peñas de antaño Una muestra de fotos de un dibujante promete tanto como una charla de filosofía de un futbolista. Y no es para menos. El talento no es intercambiable. Una mano sutil para delinear de un rostro no necesariamente tiene que ser capaz de hacer malabarismo con naranjas. Por eso sorprendió el éxito que tuvo la disertación de Diego Maradona en Oxford y también, en una escala mucho menor, la muestra "Imágenes latentes", en la que Hermenegildo Sábat exhibió sus fotografías. Sobre todo la noche en la que, para conmemorar la visita del célebre ilutrador de Clarín, se organizó un cóctail. El catering, pobre de toda pobreza, ofrecía apenas vino tinto y en vasos de vidrio. Igual que en una peña folclórica. Para redondear el clima "nac and pop" que se respiró durante la velada cantaron los Madrigal, con Raúl Rey vestido con la misma camisa oscura que lucía en los tiempos de gloria de La Salamanca, aunque, con la barba tiznada de blanco, parecía más un Papá Noel de luto que un héroe de la MPA. Una foto de Fidel joven, con el pelo negro y ropa de fajina, completaba el cuadro. La planta baja del Bernardino parecía "That 70's Show". Sin Ashton Kutcher. Ni música disco. El look vampiresa dark de Patricia Dibert, que había elegido vestir de riguroso negro para la reunión, francamente desentonaba. Igual que los pantalones verde loro de Flor Balestra que, aunque revelaban una actitud atrevida, no tenían nada que ver con los acordes melodiosos de "La tristecita". Su padre no le fue en zaga, las gafas de marco de metal y su sempiterno traje azul marino jamás tuvieron siquiera cerca una empanada salteña, y se nota. El único que se ajustaba perfecto a la situación era Héctor Beas que, con chaleco, bombacha y pañuelo al cuello, lucía como auténtico gaucho fashion. Pero lo que lo delataba como un hombre de campo era la forma de caminar. "¿Dónde dejó el caballo?", preguntó un cuarentón pelirrojo con pinta de ejecutivo de película, y sin esperar la respuesta salió disparado detrás de una morocha alta y sensual que había llegado envuelta en un tapado rojo sangre. "Es la hija de Mirko Buchín", le deslizó cómplice Nelso Raschia, y con una risita susurró: "El abuelito de Heidi". Maléfico. enviar nota por e-mail | | |