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 domingo, 27 de julio de 2003

Mariano Díaz, Germán Brarda, Paula Ramírez y una mujer no identificada
Cuatro muertes que continúan en el misterio
Fueron víctimas de asesinos que siguen siendo desconocidos. Las investigaciones no lograron mayores avances


Asesinada y sin identificar
Primero apareció una bolsa plástica con una calavera, cabello y dos brazos. Más tarde, los vecinos de otra quinta en la misma zona de Uriburu y Circunvalación descubrieron más restos. La policía recogió fémures cortados con serrucho, falanges sueltas, las piernas y pies calzados con zapatillas y un buzo color azul. Ese hallazgo, la mañana del 12 de marzo de 2002, fue espantoso y casual. El olor nauseabundo que flotaba en el aire desde hacía días no había inquietado al quintero que halló los restos, acostumbrado a encontrar animales muertos entre los matorrales del terreno.

El pelo atado con una colita y dos hebillas sustentaron a la policía la idea de que la muerta era una mujer. No encontraron ninguna pista para determinar la identidad del cadáver. El cuerpo estaba en total estado de descomposición cuando fue hallado y los restos de ropa eran irreconocibles. Ni siquiera se determinó el tiempo que llevaba muerta. El proceso de putrefacción se había completado.

Fuera de los huesos y la ropa, entre los restos había una cadena de metal, debajo del cráneo; y un anillo, aún en un dedo, ambos de metal.

Ninguna persona reclamó el cuerpo, ni se presentó para reconocer los restos. Tampoco hubo reclamos por personas desaparecidas o perdidas. Una mujer que buscaba a su hermana se presentó ante el juez Carlos Carbone, quien quedó a cargo de ese caso, para averiguar si se trataba de la misma mujer, pero los médicos policiales descartaron que se correspondiera con los restos encontrados, en base a la comparación con radiografías de la chica buscada.

La policía se inclinó porque la mujer había sido víctima de un homicidio, en un sitio distinto al que fue hallada, y donde después aparecieron esparcidos sus restos, entre un bosquecito con matorrales del terreno que alquilaba el quintero Hildo Riberi, el hombre que los halló esa mañana.


El crimen de un chico
Mariano Díaz fue asesinado el 19 de julio de 1999 y su muerte nunca fue esclarecida. Si bien hubo siete personas acusadas por el homicidio, aunque en distintos momentos, hoy la causa no tiene imputados y el crimen sigue impune.

Mariano tenía 13 años. Su cadáver fue hallado en una calle secundaria en los suburbios de la ciudad de Funes. Tenía marcas de golpes y también presentaba signos de asfixia. Y además tenía un balazo en la cabeza.

Su muerte ocurrió 16 días después de otro crimen que tampoco se aclaró, el de Jerónima Catalina Gallardo. A esta mujer de 40 años, a quien le decían Peti, la mataron el 3 de febrero de 1999. Un hombre entró en el quiosco que tenía en el barrio de Fisherton, y donde se sospecha que vendía drogas, y le disparó al corazón con un revólver calibre 22.

Poco después, un par de testimonios llevaron al juez Jorge Eldo Juárez, que tiene a su cargo la investigación del caso Mariano, a asociar ambos crímenes. La hipótesis sobre la que trabaja el magistrado desde entonces es que el chico vio al homicida de Gallardo y por eso fue asesinado.

Tres meses después de la muerte de Mariano, la policía detuvo a cuatro sujetos como sospechosos de homicidio. Juárez los procesó como autores de aquel crimen pero la Cámara Penal dijo que las pruebas no eran suficientes y todos quedaron libres.

Luego la investigación tomó otro rumbo. Fue cuando las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) de la policía identificaron a otros tres sospechosos que se mudaron de Rosario a la provincia de Santa Cruz poco tiempo después del asesinato del chico. Entonces la historia se repitió: Juárez los acusó y la Cámara volvió a tumbar el procesamiento, otra vez por falta de pruebas.

Ahora estas tres personas están acusadas de encubrimiento porque se sospecha que saben quién mató a Mariano y no lo dicen, pero ellos lo niegan y el proceso judicial está paralizado desde hace meses.

La investigación sobre la muerte de Mariano también está estancada. El revólver con el que le dispararon jamás apareció pero hay otra arma que está bajo sospecha. Fue incautada a un barrabrava de Rosario Central que está preso en la cárcel santafesina de Las Flores y el padre de Mariano, Osvaldo Díaz, dice que puede ser la que se empleó para matar a su hijo.

Sin embargo, no hay evidencias concretas que vinculen a esa arma con el crimen.


Un disparo en la oscuridad
Germán Brarda tenía 20 años y vivía con su familia en Avenida del Rosario al 2100. Después de terminar sus estudios, ayudaba a su padre en la distribución de productos lácteos. En la noche del 12 de marzo de 1999, cuando volvía a su casa, recibió un disparo de bala en el pecho, que le provocó la muerte.

Brarda estaba junto a un amigo, de nombre Martín Sánchez, quien lo llevó en moto hasta su casa. Al bajar del vehículo, recibió el disparo, realizado con un proyectil de calibre menor que supuestamente se perdió cuando era asistido en el Hospital de Emergencias. El joven falleció veinticuatro horas después.

A más de cuatro años del hecho, la investigación judicial y policial no logró averiguar prácticamente nada de lo ocurrido. Se supuso que los jóvenes habían sido seguidos, pero nada se pudo comprobar y por otra parte quedó claro que Germán llevaba una vida pacífica y normal. La Brigada de Homicidios detuvo a un vecino, al parecer porque tenía un arma de fuego, pero no hubo ningún elemento que avalara las sospechas y el hombre quedó en libertad. Hoy nadie sabe quién mató a un joven que, según destacaron quienes lo conocieron, vivía dedicado a su trabajo y a su familia.


Estrangulada en la ruta
El cuerpo de Paula Ramírez apareció tirado sobre el badén del camino que une Villa Amelia con la ruta 18 la mañana del 5 de junio de 2001. Estaba boca arriba, totalmente vestido, con una marca en el cuello y un cordón que delataba su estrangulamiento y signos de una evidente violación. El cuerpo era claramente visible desde el camino, donde lo advirtió un camionero que avisó a la policía.

La chica estaba vestida y sin ningún papel que acreditara su identidad. Fuera de su ropa, las únicas particularidades que tenía eran los tatuajes de un corazón y una rosa. Permaneció sin ser reconocida por más de diez días. No era del lugar, nadie reclamó su cuerpo, ni figuraba entre las personas buscadas.

Cuatro días después de su hallazgo, por orden del juez Osvaldo Barbero, la policía hizo circular una foto tratada de su cara con la expectativa de lograr así su identificación.

Las respuestas llegaron a medias. La foto de Paula Ramírez fue reconocida en una comisaría de Roque Sáenz Peña, en Chaco, donde sus familiares habían realizado la denuncia para la averiguación de su paradero. La chica había dejado en enero la casa que compartía con sus padres, hermanos y su hijita de entonces un año. El 14 de junio, Ramón Ricardo Ramírez, su padre, llegó a Rosario para reconocer a su hija, quien tenía 19 años.

La hermana de la víctima, Yanina, confirmó que había sido prostituta y que se había ido de su ciudad tras la insistencia de dos camioneros a bordo de un Mercedes Benz 1114 azul con acoplado del mismo color, que había conocido un tiempo atrás. Cuando salió de viaje los choferes iban rumbo a Tucumán.

Nadie pudo explicar cómo Paula llegó a Villa Constitución. La policía aseguró que vivió allí con una amiga hasta un día antes de que hallaran su cuerpo sin vida.



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Los restos de una mujer descuartizada.

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