| domingo, 27 de julio de 2003 | Educación: la enseñanza del Yoana Marcela Isaías / La Capital Las experiencias sostenidas en base al compromiso social y la solidaridad vinculadas con las escuelas son innumerables. Casi todas se orientan a buscar otras alternativas a la visión cotidiana que muchos chicos tienen del mundo, más sensibles, más humanas. Las formas que toman son infinitas, desde compartir pequeños y esporádicos momentos de trabajo hasta encarar verdaderos proyectos educativos.
En esta idea se inscribe el trabajo de Vibrato, un proyecto de acción social que vincula el arte, la salud y la educación, y que encaran estudiantes y profesionales jóvenes de la UNR, casi todos de la Escuela de Música. El trabajo fue difundido semanas atrás por este diario y tomado de inmediato por la comunidad, según relatan los propios autores de la propuesta.
La idea de Vibrato es simple, concretarla es más complejo pero no imposible. Según cuenta una de las autoras de este proyecto, Derna Isla, una de las musas inspiradoras fue la experiencia que originó el Harlem Center que dirige Roberta Guaspari en Nueva York, donde a través de la música se buscó darles otro lugar a muchos chicos de la calle, para quienes la violencia forma parte del paisaje de sus días. Este trabajo del Harlem Center derivó más tarde en la película "La música del corazón".
El lugar para emprender la idea se los dio sin mayores vueltas la Escuela Nº57 y Nº656 Juana Elena Blanco -Pasco 453-. Desde hace dos años, entonces, la cita se multiplica de martes a viernes con chicos y adolescentes que tienen entre 7 y 19 años. El aprendizaje es a través de la música, ya sea aprendiendo a tocar un instrumento o cantar en un coro. La meta de Vibrato: formar una orquesta.
El trabajo es mucho y -como era de esperar- ad honorem. Estas carencias se compensan con los resultados y el hecho que cada vez sean más los chicos que quieran asistir y formar parte. Todos, casi todos, provenientes de hogares de muy bajos recursos, protagonistas de realidades marginales, donde la entrada de los acordes de un violín o violoncelo es casi impensable.
Pero ocurrió. Y entre los que se animaron al desafío está Yoana Caballero (en la foto), que tiene 11 años y cursa el 6º año de la EGB. Desde que Vibrato llegó a su escuela ella conoció el violín y lo eligió. Para practicar y aprender a tocarlo contó con el apoyo de sus profesoras, que les prestaban el propio, de manera que pudiera también ensayar en su casa.
Hace poco, una donación solidaria y anónima le permitió a Yoana contar con su violín propio. Ella lo muestra como un logro. No es otra cosa. No escatimó esfuerzos ni ganas para aprender a tocarlo y devolvió a sus docentes el sentido de lo que hacían. Por eso Yoana tampoco duda en confesar que quiere ser maestra de violín "cuando sea más grande". Pero hay más. La difusión de Vibrato se hace cuando tienen la posibilidad de mostrarse ante distintas audiencias. Así, están en la presentación de algún libro, en algún congreso educativo o en encuentros de profesionales llevando lo que aprenden. En uno de estos últimos, realizado atrás, una médica jubilada se acercó para donar otro violín al grupo.
Faltan más, porque el proyecto es grande, ambicioso, y hay muchos chicos y chicas como Yoana que esperan su oportunidad para seguir estudiando violín, guitarra, flauta o violoncelo ([email protected]). enviar nota por e-mail | | Fotos | | El proyecto vincula arte, salud y educación. | | |