| miércoles, 23 de julio de 2003 | Charlas en el Café del Bajo -Con frecuencia, Candi, recorro los diarios, miro televisión y advierto que en el país y en el mundo las noticias se alternan entre intrascendentes y más de lo mismo. Eso mismo que a la gente poco le importa.
-Bueno, a veces Inocencio, la noticia, o la buena noticia, no está en las primeras planas, ni en los grandes títulos. Sucede quea las cosas que enriquecen se encuentran en pequeños titulitos que alguien dejó al pie de la página porque era una obligación moral hacerlo. Una obligación las más de las veces reñida con la demanda del mercado. ¿Me entiende?
-Sí, algo lo entiendo. Usted quiere decir que, mal que les pese, los periodistas deben resignarse al hecho de que la información se rige de acuerdo a la tendencia del mercado. Que lamentablemente deben aceptar el vacío de contenido. Eso es cierto, pero con frecuencia me parece que hay también "tendencias de amplio espectro" que dejan la buena información en el tamiz. Hay también temas significativos, profundos, que han dejado de considerarse y yo sostengo que los medios al no tratarlos no sólo contribuyen a la desinformación, sino, y lo que es peor, propician por acción u omisión la deformación cultural.
-Comparto eso, la televisión, por ejemplo. ¿Ha observado usted algo mas chato y más frívolo que los programas de televisión de los últimos tiempos? Y no hablo sólo de programas informativos, en donde con claridad uno advierte que, salvo excepciones, si el periodista no es un mediocre está jugado para determinada posición o desarrolla temas que sólo "venden". ¡Observe usted los programas de entretenimiento o cómicos! Yo no voy a caer en la absurda nostalgia de que "Cualquiera tiempo pasado fue mejor", pero la verdad...Y sí, que quiere que le diga, hubo un tiempo pasado mejor.
-Hombres de la calidad del Negro Olmedo, de Vicente Rubino, de Osvaldo Pacheco, de Nelly Lainez. ¡Qué actoraza la gorda! No necesitaba mostrar las "lolas" para hacerlo despanzurrar de la risa a uno. Y en el drama, Bebán (¡Qué papel en Juan Moreyra!), Renán, Norma Aleandro. Bueno, tantos otros.
-Ayer me dispuse a leer el diario La Nación, recorrí la tapa y una gran desazón ocupó mi alma. Nada interesante o más de lo de siempre. Hasta que descubrí, por allí abajo, la frase del día. Le corresponde al escritor Andrés Rivera. Dijo estar convencido de que "los representantes de la burguesía argentina que constituyeron el país como Nación eran cultos. Los de hoy, que aparecen en la revista Caras -remató- son personas groseras e incultas". La periodista en el reportaje le preguntó: ¿Qué diferencia encuentra usted entre la clase política del siglo XIX y la actual? Y el responde: "Aquellos administradores del siglo XIX fueron cultos. Los actuales son ignorantes. Hay quienes dicen que mientras exterminaba a los indios en el desierto, Julio A. Roca leía a los griegos. Quisiera saber, por ejemplo, qué leen ahora los políticos?"
-Bueno, los políticos de hoy en día leen la página de política de los diarios, solo para saber si algún periodista le asestó un golpe mortal que nuble sus aspiraciones que casi siempre no se corresponden con las aspiraciones del pueblo. Leen el pasacalle y el afiche pegado en las paredes para ver si quedó impactante la frase de la campaña. ¿Y qué otra cosa supone usted que puede leer un político de hoy en día, Inocencio?
-El resumen de la cuenta bancaria y el ticket de los bares donde se reúnen para hacer las roscas. Mire, hasta me dicen que hay legisladores que ni siquiera leen el orden del día en las reuniones legislativas.
-Y bueno, también este Julio A. Rocaƒ ¡leer los griegos!
-En honor a la verdad, hay que decir que algunos funcionarios leen obras clásicas. Yo conozco un gobernador de una provincia y una república en desgracia (de cuyos nombres no quiero acordarme) al que hace unos años uno de sus asesores le recomendó leer a Rousseau y a Maquiavelo. Al primero para que tuviera una base sustentable, aunque un tanto empírica, de filosofía política. Al segundo para adoptar y ejercitar un perfil pragmático en el medio del fragor. Nunca supe en realidad si alguna vez los leyó, pero de lo que estoy seguro es de que si lo hizo no entendió nada.
-Siempre sostuve que la nueva forma utilizada por los imperios para invadir y someter a un pueblo es su desculturización, la socavación de su intelecto. Esta es la tragedia argentina: el vacío de contenido, ¿no?
Candi II
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