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 sábado, 19 de julio de 2003

Editorial
En busca de la verdad

Entre los grandes temas pendientes que el Estado nacional tiene para con la sociedad, uno de ellos es el esclarecimiento del atentado a la sede de la Amia, perpetrado nueve años atrás y que se llevó la vida de 85 personas e hirió a otras centenares, entre hombres, mujeres y niños. Tal como lo ha reconocido ayer el presidente de la Nación -presente en el acto y recibido con aplausos-, se trata de una vergüenza nacional, porque lo que ha quedado expuesto hasta ahora es el estado de impunidad en el cual vivimos. Y esto es precisamente lo que la ciudadanía viene reclamando que se erradique con urgencia. Un paso imprescindible para recuperar la confianza en la Justicia.

La causa de la Amia es todo un símbolo de lo ocurrido a lo largo de una década en el país. A distinta escala, fueron numerosos los hechos que no pudieron ser esclarecidos, o donde hubo fuertes sospechas de negligencia por parte de funcionarios y testigos. Pero la barbarie cometida contra la sede ha sido de tal magnitud que resulta verdaderamente increíble que hayan pasado tres gobiernos sin que se logre condenar a los responsables y llevar algo de reparación hacia los familiares y la comunidad.

Una medida trascendente en la investigación ha sido el decreto presidencial que permitió la apertura de los archivos secretos de la Secretaría de Inteligencia del Estado (Side), el cual posibilitó que se convoque a los ex agentes para que declaren ante el juez y salgan a la luz todos los movimientos realizados. Toda la información de los archivos se encuentra ahora en el juzgado y se espera que se resuelva en consecuencia.

En el acto de ayer, el presidente no quiso realizar un discurso sosteniendo que quiere hablar con los hechos. Con igual criterio, el nuevo titular de la Side se negó a realizar análisis o hipótesis porque lo consideró poco serio, al tiempo que se comprometió a contribuir para llegar a la verdad. Fueron dos gestos procedentes, sensatos, después de tantas promesas incumplidas. No obstante, los oradores no dejaron de advertir con gran énfasis que cualquier actitud dilatoria o confusa desde el Ejecutivo puede depararle con rapidez la misma condena que sobrellevan quienes lo precedieron.

A la ciudadanía, en tanto, le corresponde el ejercicio de la memoria, y de continuar tan atenta y unida en procura de la verdad como alerta para impedir que tragedias como la ocurrida en la calle Pasteur vuelven a producirse.

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