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 sábado, 19 de julio de 2003

Por la ciudad
Una campaña anoréxica

Adrián Gerber / La Capital

Siempre es mejor un debate de ideas que las luchas personales. Siempre es mejor un partido que dé la cara ante la sociedad que uno que viva permanentemente contemplándose a sí mismo. Pero para el asombro de la gente, que en mayo pasado mandó un claro mensaje de cambio, el arranque de la campaña electoral en la ciudad y en la provincia se ha convertido en un espectáculo patético, deplorable, vergonzoso: se está usando el sistema electoral como un instrumento de manipulación política, se demoniza permanentemente todo y a todos, se arman alianzas que al minuto estallan en pedazos, los grupos políticos se mandan mensajes cifrados a través de los medios, se anuncian operaciones sorpresa que después son más de lo mismo, se suceden salvajes peleas por un lugar en las listas de diputados o senadores, se suben postulantes que a la hora se bajan y se lanzan candidaturas por derecha y por izquierda en un mismo sublema que ni al más imaginativo novelista de ciencia ficción se le hubiera ocurrido.

Y no es que uno se escandalice por las ásperas disputas políticas que se dan para acceder al poder. Al contrario, es legítimo que los dirigentes y los partidos tengan vocación de poder, incluso lo grave sería que no la tengan. Pero acá a la pelea electoral se la está vaciando de contenido, se la banaliza, vulgariza. Y esto exaspera, genera malestar en un sector importante de la sociedad y profundiza el desprestigio de la política.

No hay debates de propuestas. A menos de 60 días de los comicios no se conoce ni una sola idea de los candidatos. ¿Cuándo las harán públicas? ¿Una semana antes? ¿Poseen en verdad planes para el desarrollo de la ciudad y la región? ¿Tienen algo para decir de los temas que le interesan a la gente? ¿Estamos frente a una pelea por el poder mismo? A la hora de votar, ¿qué debería valorar el ciudadano: la cara del candidato o el proyecto de gobierno que éste tiene? Es verdad que no todos los políticos son iguales, pero hasta el momento nadie parece dispuesto a mostrarse diferente.

En este nuevo contexto nacional están dadas las condiciones para que la provincia y la ciudad, por sus perfiles productivos, se encaucen en un crecimiento económico sostenido. Pero que se aproveche en todas sus dimensiones esta oportunidad -que implicaría más empleo y mejor calidad de vida- depende en gran medida de la actitud que tomen los gobiernos locales.

Por ahora sólo se está generando la impresión de que para los políticos lo único importante es ganar las elecciones. Pero la pregunta que deberían responder es: ¿ganar para qué?

Así y todo, aún queda un buen tramo de campaña, donde no hay que perder las esperanzas de que se recupere el tiempo perdido para discutir proyectos, ideas y programas de gobierno.

Por lo pronto, en el ambiente político local se respira a temor, nerviosismo e incertidumbre por todos lados. Los interrogantes que desvelan a la clase política sólo se despejarán cuando el 7 de septiembre se abran las urnas. ¿Se está desvaneciendo la magia de Reutemann, el campeón de las encuestas, después de años de enorme popularidad? ¿El socialismo está conociendo el fin de su luna de miel en Rosario? El resultado está abierto y por ahora es impredecible.

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