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 sábado, 12 de julio de 2003

Unas 300 personas por año acuden a una organización suiza para morir
En la nación helvética, un médico puede recetar una dosis mortal de un fármaco a un enfermo terminal

La asociación suiza Exit (Salida, en castellano) ayudó a 748 personas a morir entre 1990 y 2000, el 4,8 por ciento de los suicidios y el 0,1 por ciento de los fallecimientos registrados en Suiza durante ese período, según un estudio de la Universidad de Zurich. El número de casos se triplicó durante esos años, indicó el autor de la investigación, Georg Bosshard, del Instituto de Medicina Forense de Zurich. El investigador indicó que el aumento de casos se debe al "crecimiento de la demanda, y en menor medida, a la flexibilización de las normas o a prácticas menos rigurosas".

En Suiza, la asistencia pasiva al suicidio es legal. Un médico puede recetar una dosis mortal de un medicamento a un enfermo irreversible, que más tarde tomará la sustancia solo, sin ayuda médica. Hasta 1997, la sustancia letal era administrada oralmente, pero desde entonces se inocula por vía intravenosa o mediante un catéter "probablemente porque la muerte sobreviene más rápido", explicó Bosshard. En cambio, la asistencia "activa" está prohibida, lo que impide a un médico inyectar una sustancia mortal a un enfermo en fase terminal.

Los enfermos que acudieron a la asociación helvética para solicitar ayuda para morir tenían una edad promedio de 73 años, en el caso de los hombres, y 72 las mujeres. El informe señala también que estas personas eran en su mayoría de credos protestantes y provenían de áreas urbanas.

De los 300 llamados que recibe la entidad anualmente, unas 120 personas fallecen con asistencia. Según Bosshard, el 80 por ciento de las personas que se suicidaron en el cantón de Zurich padecían una enfermedad irreversible: cáncer (47,4 por ciento), problemas cardiovasculares o respiratorios (11 por ciento), sida (7,3 por ciento), y enfermedades neurológicas (12,4 por ciento). En los demás casos, se trataba mayormente de afecciones reumáticas (artritis o artrosis) o de osteoporosis, de dolores crónicos y otros sufrimientos. Nueve personas pidieron morir porque sufrían de enfermedades psíquicas. En ocho de esos casos se trataba de depresión.

Bajo el control de un comité de ética, desde 1998, las solicitudes son sometidas a un examen especial, pues en principio, la asociación desaconseja la asistencia al suicidio. Sin embargo, un tercio de las peticiones son aceptadas, afirmó Bosshard.

Exit cuenta actualmente con 50.000 miembros, casi el 1 por ciento de la población helvética. Suiza es el único país del mundo que les permite a personas que no son médicos ayudar a pacientes a suicidarse. En Holanda, donde se permite la eutanasia y del suicidio asistido, se requiere la intervención de médicos.

Amparadas en las pocas leyes que autorizan su funcionamiento, organizaciones europeas asisten el suicidio de enfermos desahuciados que solicitan su ayuda y defienden el derecho a una "muerte digna".

La organización Exit también ayuda a extranjeros, pues de ello se ocupa otra rama de la entidad llamada Exit International, encabezada por el médico y doctor en filosofía Rolf Tiggs.


Red internacional
Representantes de Exit International asisten a ciudadanos de toda Europa, pero por problemas de idioma, por ahora sólo atienden a personas que hablen en alemán. Una de las grandes luchas que Tiggs dice librar, es "recuperar el derecho de los alemanes a optar por el suicidio asistido, prohibido desde que se comprobó el programa de eutanasia desarrollado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, que acabó con 100 mil alemanes discapacitados mediante inyecciones letales, para buscar la pureza de la raza aria".

Según Tiggs, debido al estigma dejado por esos procedimientos "radicalmente opuestos a nuestros objetivos", es que hasta hoy Alemania prohíbe cualquier método de este tipo. "Sé que hay razones más que justificadas para temer en Alemania, pero si existieran leyes claras y acotadas, nadie debiera tener miedo, y para eso trabajamos", dijo.

Dignitas, es otra organización a la que concurrieron más de mil personas. Desde su fundación -en 1998- 110 personas han sido asistidas. Ludwig Minelli, fundador de Dignitas, comenta que estas polémicas se suscitan en países europeos o Estados Unidos, ya que los países en desarrollo dicen tener preocupaciones más urgentes que atender, "cuestión que no compartimos, pues el derecho a morir es tan importante como el derecho a la vida, a la salud o a vivir en un ambiente libre de contaminación". (DPA)

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