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 domingo, 29 de junio de 2003

En La Piedad exhuman unos 100 cadáveres por mes porque no hay lugar
Cada día aumentan más los entierros gratuitos

En Rosario, los pobres e indigentes que no pueden pagar por un servicio de velatorio son enterrados en el cementerio La Piedad. Allí existen solares compuestos por parcelas de tierra donde los cadáveres sólo pueden permanecer dos años. Después son desalojados ya que es necesario hacer lugar para enterrar a nuevos cuerpos. Generalmente nadie reclama los restos, por lo que el destino ineludible es la cremación o la derivación a alguna facultad para su estudio. En La Piedad se realizan cerca de mil entierros gratuitos al año y mensualmente se exhuma un centenar de cuerpos. "Es necesario ir reciclando los espacios porque de lo contrario no habría más lugar dónde enterrar a la gente", admitió el director de esa necrópolis, Federico Vitale.

Las sepulturas gratuitas vienen evidenciando un franco crecimiento en los últimos días. "La crisis golpea cada vez más y por lo tanto la gente que no tiene dinero para pagar una inhumación es cada vez mayor", admitió el subdirector de la Dirección de Defunciones y Cementerios de la Municipalidad, Juan Carlos Ottinger, quien aún no sale de su asombro al ver las crecientes estadísticas.

"En mayo se realizaron 60 sepulturas gratis, pero este mes seguramente vamos a superar las cien", dijo mientras observaba los registros que le llegaban hace pocos días desde el cementerio La Piedad. Precisamente esa necrópolis es la única de la ciudad que brinda el servicio gratuito de sepultura. Los cuerpos son alojados en solares, espacios de tierra en los que se sepultan hasta 500 cuerpos.

La Piedad tiene 80 solares y gran parte de las sepulturas gratis están ubicadas en el fondo de la necrópolis, justo a un lado de la pared que da hacia Circunvalación. "La capacidad de cada solar se llena cada tres meses, por lo que se pasa al siguiente hasta completar el circuito", explicó Vitale, al tiempo que detalló que "es necesario ir reciclando los espacios porque de lo contrario no habría más lugar dónde enterrar a la gente".

Así, cada dos años, los sepultureros se abocan a la tarea de desalojar los cuerpos. Y un mes antes, una notificación aparece en el diario tratando de localizar a algún familiar que quiera conservar los restos en una urna. "Es muy raro que aparezca alguien. Hacerse cargo de los cuerpos significa pagar algo menos de 20 pesos para alquilar una urna, y los familiares no suelen tener plata", admitió Vitale.

A raíz de esto, el destino de estos cuerpos es generalmente el "cenicero común" o el "osario", un sótano en el que se depositan los huesos de aquellos que no son enviados al crematorio. También suelen derivarse cadáveres a las facultades de Medicina y Odontología para su estudio.


La muerte de los más pobres
Humildes, indigentes y habitantes de villas de emergencia no suelen conocer lo que es una casa velatoria. Cuando alguno de ellos muere, el velatorio se hace en sus casas y el Sistema Integrado de Emergencia Sanitaria (Sies) es el que se encarga de avisar qué cochería deberá hacerse cargo del sepelio.

Según explicó Ottinger, "la Municipalidad les abona a las empresas 170 pesos por cada servicio de sepelio que termina con el entierro en las sepulturas gratuitas". Y el sistema de adjudicación de este tipo de servicios -generalmente resistido por algunas firmas ya que deben ingresar con sus vehículos hasta barrios extremadamente peligrosos- es bastante simple. "La empresa que más trabaja es la que más sepelios gratuitos tiene que hacer", remarcó Ottinger.

Claro que el servicio de los pobres dista bastante de parecerse al de otras personas. "El cajón es sólo de madera para que se reduzca con velocidad en la tierra y se lo acompaña con un portacorona chico. Todo es muy simple. Hasta la casa sólo llega un furgón donde se carga el cajón y se lo traslada hasta el cementerio", señaló Vitale.

Así, sin caravanas y lejos del pomposo ritual que rodea a la muerte, los indigentes llegan al cementerio para ocupar un espacio de tierra. Una lonja de casi dos metros de largo por 70 centímetros de ancho y algo más de un metro de profundidad. Allí estarán dos años, después será necesario exhumarlos para acondicionar la tierra y recibir nuevos restos.

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Los espacios son desalojados cada dos años.

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