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 domingo, 29 de junio de 2003

Transiciones
El puente Rosario-Victoria, una imagen por nacer
Diseñadores e ilustradores gráficos creen que la conexión con Victoria tiene chances de competir con el Monumento

Lisy Smiles / La Capital

La aparición del puente como realidad física no sólo lleva a pensar su impacto en el futuro sino también a arriesgar como idea si la flamante conexión vial podrá integrar el álbum de imágenes rosarinas. Algunos creen que podría convertirse en un símbolo identificatorio de Rosario, y así competir o complementar la función del ícono mayor: el Monumento Nacional a la Bandera. Otros optan por ser menos absolutos y eligen al puente como un elemento más a través del cual la ciudad puede comunicar su perfil. También está quien propone dejar que el tiempo haga lo suyo y sea la gente la que finalmente diseñe sus imágenes preferidas. Ilustradores y diseñadores gráficos rosarinos se adentran en la polémica y despuntan sus lápices para jugar con la imagen del Rosario-Victoria.

“El puente es un símbolo de la ciudad, ya mismo lo es; mientras se construyó fue símbolo de algo que quería ser y no terminaba de serlo. Y al concluirse es otro símbolo más, mucho más gratificante”, explica Pablo Cosgaya, diseñador gráfico que ha trabajado la imagen corporativa de la ciudad y de diversas empresas locales y nacionales.

Esta idea no está cerrada. Cosgaya advierte que “el puente, como cualquier obra de infraestructura importante para la ciudad, no tiene la misma calidad simbólica que posee el Monumento”. Y en eso la diferencia es clara: “El puente es una necesidad infraestructural que por su escala y su significación política será también un símbolo”, pero “no” ocupará un lugar único.

Es que el Monumento en ese aspecto lleva las de ganar. “Tiene una función simbólica en sí mismo, mientras que el puente no está hecho para ser un símbolo”.

Esto no quita que la conexión vial cumpla, como imagen, funciones de comunicación. La ciudad podrá usar —y seguramente lo hará— la imagen del puente para comunicar sus ventajas, pero no hay que desconocer la cuestión identificatoria global. “Si alguien lo intenta, olvidará otras potencialidades. Es como pensar que Rosario por tener un puente, puede tomar ese puente como un símbolo, como si no hubiera otras ciudades que posean uno igual o similar e hicieran el mismo intento”.

“El puente no tiene condiciones para ser el símbolo de la ciudad, lo que no quita que no sea uno de los símbolos que la ciudad utilice para comunicar su identidad o su oferta turística”, advierte el diseñador.

Cosgaya ya optó por una imagen de Rosario: “Es su escudo”. Para el profesor titular de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, las ciudades de todo el mundo usan la heráldica para identificarse. Y en el caso de Rosario, el escudo es una creación de Julio Vanzo y fue definido para su uso oficial en 1998 por un decreto del Concejo Municipal.

No muy lejano al planteo de Cosgaya se ubica la visión de Javier Armentano, arquitecto y diseñador. No cree que el puente pueda ser una imagen identificatoria de la ciudad que funcione como símbolo a la manera del Monumento a la Bandera. Pero, en su opinión, hay más matices.

“Si analizamos al hecho exclusivamente como parte de un repertorio visual de identidad de una ciudad, podríamos decir que sí, dada la magnitud física de la obra. La escala potencia el gesto, más allá de las adjetivaciones que podamos atribuirle a un puente”, argumenta. Pero si al momento del análisis la cuestión se plantea desde el valor simbólico, “no tendría desde ya la misma validez que el Monumento”.

Y en esa línea de pensamiento hay cuestiones temporales e históricas. “Primero, el puente como patrimonio colectivo merece un tiempo de maduración y de perspectiva histórica para su aceptación e identificación social, por lo que sería aventurado dar hoy una respuesta. Y segundo, el Monumento es un gesto patrio que desde Rosario pertenece a toda la Argentina. No así el puente”, considera el diseñador.

Armentano coincide en que el puente será, en todo caso, un signo más de identidad para los rosarinos. Si de optar se trata, prefiere que Rosario “sea reconocida y recordada por ser una ciudad respetuosa de sus habitantes, más contenedora de su gente”.


El collage, una salida
Echando mano al humor y la ironía, el artista plástico e ilustrador Chachi Verona lanza su opinión: “Me parece que el Monumento es tan feo que tiene su encanto, es como las películas de clase B. Es amorfo, pero está institucionalizado. El puente me impresiona, es nuevo, me gustan los puentes y los ríos también. Pero es un puente, es algo que esta hecho para servir para algo. El Monumento es en sí mismo un símbolo”.

La diferencia que plantea no le impide, sin embargo, pensar en una imagen que los complemente. “Imagino un collage realizado a través de photoshop donde se puede plantear al Monumento como la primera torre o como las dos principales”, se entusiasma Verona, mientras enciende la computadora para componer la imagen.

Con paciencia ensambla las dimensiones en juego y apela al sentimiento para pensar en la nueva conexión a Victoria. “Siempre digo que cuando te parás en la barranca y mirás enfrente, ves el río, la isla y algunas lucecitas que deben ser Victoria. Es distinto a cuando te parás en Mendoza al 8000, ves el campo, rutas, algunos trabajadores rurales”, describe. Verona no conoce Victoria y adelanta que viajará por el puente no sólo para adentrarse en las calles salpicadas de fachadas coloniales, sino para llegar más pronto a Uruguay, uno de sus territorios preferidos.


El tiempo como clave
Ronald Shakespear nació en Rosario aunque dejó la ciudad cuando era niño. Hoy es titular de uno de los estudios de diseño gráfico más importantes del país. Realizó, junto con su equipo de trabajo, el diseño de la marca del club Boca Juniors, el logo del shopping Alto Palermo y tuvo a su cargo toda la señalización de la ciudad de Buenos Aires, entre otras trabajos de primer nivel. De paso por Rosario, se sorprendió ante la impronta del puente que ahora une a la ciudad con Victoria. Y sobre las posibilidades de la conexión en cuanto a transformarse en imagen identificatoria, barajó distintas líneas de análisis.

“Como imagen, como diseño, constituye un hito para la ciudad”, estima, pero advierte que por sus propias y obvias características “un puente tiene dos puntos”, por lo cual Victoria también podría utilizarlo o reclamarlo como imagen.

De todas maneras admite que la idea de puente es “semánticamente fuerte” y es, a la vez, “un vinculante en lo social y desde el punto de vista geopolítico”. Pero al momento de comparar su fuerza o su característica emblemática con lo que provoca el Monumento a la Bandera, diferencia dos niveles: uno físico (el puente y su impronta) y otro espiritual (el monumento). “Si optamos por el puente prevalecería el valor físico por sobre el espiritual”, y la elección no le parece por ahora atinada.

Shakespear cree que hay que dejar que el tiempo transcurra y, en todo caso, observar cómo el puente funciona en el imaginario de la gente. “Como decían Los Beatles: Let it be”, apunta. “Hoy por hoy no existe una urgencia para definir esta cuestión —prosigue—. Casi que sería razonable dejar vivir la vida del puente”. Como fundamento argumenta que “el significado más fuerte de las marcas de representación ha sido gestado por la historia que los ha acompañado”. Y para concluir, cita a Borges: “Es profético, pero es prematuro”.

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El puente según un alumno de primer grado.

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