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 domingo, 29 de junio de 2003

Reportaje
Eduardo Sguiglia: "La ficción indaga la condición humana"
La nueva novela del escritor presenta una aventura ambientada en la época de la conquista española

Osvaldo Aguirre / La Capital

La acción transcurre en 1541. Luis Alfonso, agente secreto de la Corona española, llega a Perú para tomar parte en una conspiración contra el conquistador Francisco Pizarro. Esa trama donde se cruzan la historia y la imaginación compone la materia de “Un puñado de gloria”, la última novela de Eduardo Sguiglia, que acaba de publicar Grijalbo.

La literatura parece ocupar un lugar particular entre las actividades de Sguiglia. Publicó su primera novela, “Fordlandia”, a los 45 años. Y la salida de la tercera lo encuentra con funciones en el gobierno nacional (ver aparte).

“Un puñado de gloria” supone un viaje en el tiempo hacia la época de la conquista española. “Al comenzar me pregunté qué lenguaje iba a utilizar —dice Sguiglia—. No quería remitirme al español antiguo. Entonces usé algunas palabras antiguas, como la máquina con la cual se molía el trigo, o ciertas expresiones. Traté de que no fuera ni viejo ni tan moderno”.

—¿Cómo apareció la idea de la novela?

—La conquista de América siempre me llamó la atención, porque hay muy pocas obras referidas a esa época. Lo que me remitió a ese período fue preguntarme de dónde vienen algunas prácticas culturales que tenemos en la región, con respecto a la ley, las relaciones sociales en su conjunto, entre las personas y las instituciones. Siempre tuve la impresión de que sería conveniente o interesante, desde el campo de la literatura, explorar cómo fue aquel proceso constitutivo de nuestras naciones.

—¿Por qué hacerlo desde la literatura?

—La ficción permite jugar de una manera más amplia, indagar sobre la condición humana de modo diferente que en un ensayo histórico o en un texto académico. Además cuando hurgaba otros textos o cuestiones vinculadas a ese período histórico sufría una profunda decepción. Los pocos textos dedicados al tema desde un punto de vista literario refieren a hechos muy puntuales. Y me llamó la atención todo lo que tiene que ver con lo político en el sentido literal de la palabra en cuanto a intrigas y disputas por el poder.

—Se dice que el protagonista “había sido educado bajo la idea de que cada hombre debe tener el valor de ser él mismo”. Ahora bien, él es un impostor, ya que adopta la identidad de otra persona.

—Es un inmigrante falso.

—¿No hay una contradicción?

—Bueno, pero él usa una identidad falsa. En un pasaje dice que lo que lo unía con el Moro, su ayudante, era el ser parias en América. Pero no perdió el espíritu. Después, cuando cuenta de cómo llegó a América, dice que ni siquiera el exilio es capaz de doblegar su espíritu en tierras lejanas. Por lo tanto, más allá del nombre, él no traiciona su carácter, no se traiciona a sí mismo. De alguna manera vivencia 500 años atrás lo que muchos inmigrantes vivencian en otras tierras también hoy.

—Otro personaje, Diego de Rojas, dice que “en descubrimientos jamás se dice la verdad ni se deja de mentir”.

—Como en la política (risas). Eso está vinculado con el afán de los conquistadores. En el caso de ellos, si uno se enteraba de que en una localidad o sitio había una fortuna fabulosa esperando y uno decía la verdad en cuanto a los datos, al transmitirlo a otro, corría el riesgo de que le soplaran la dama, como se dice. Si uno analiza, aunque sea brevemente, lo que ocurrió en estos 500 años, ¿quién puede pensar que el oro fue exactamente contado y dividido en partes correspondientes tanto para el rey como para la Iglesia y los conquistadores? La discreción era absoluta.

—La ficción histórica es un género muy transitado. ¿Tuviste en cuenta otros textos? Por otro lado el cruce de historia e imaginación aparece en tus tres novelas.

—No suelo leer ficción histórica. Tuve en cuenta algunas crónicas. Me parecieron interesantes las cartas de Cortés a Carlos V; si él era el autor, escribía como los dioses. Y algunos textos de cronistas que narraban experiencias en lo que hoy es Centroamérica y América del Sur. Hubo algunas crónicas mejores que otras. Al carecer de escritura, los incas transmitían relatos de relatos, no se puede decir que el mundo era fehacientemente como lo pintaban. En la novela, Diego de Rojas se queja sobre lo que pretendían de él los cronistas. Y le dicen “cuenta o muere”, con las palabras de “Las mil y una noches”: mientras unos hacían la gesta o la épica había otros que se ocupaban de escribirla.

—¿Cuál es el interés actual de estos hechos?

—¿Con qué se puede comparar hoy este mundo tan unipolar, donde sobresale netamente la hegemonía y el dominio de una potencia avasalladora? Si vos rastreás la historia, España o el imperio español fue una de las etapas en las cuales se pueden trazar líneas comparativas. Por eso me pareció muy interesante hurgar aquellos años desde el presente. En las crónicas que mencionaba, esos comportamientos, ese avasallamiento de otras culturas, mostraban muchas elementos comunes con cosas que vivimos en el siglo XX y con lo que llevamos en este nuevo siglo. Pero para mí éste es un relato de aventuras. Y pienso que en algún momento lo voy a continuar. Si me hubiera dejado guiar por las voces de los personajes que tenía en el oído, la novela hubiera tenido el doble de páginas; los tenía tan presentes, me latían tanto en el oído que no podía dejar de escucharlos.

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"Los personajes me latían en el oído", dijo.

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