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 sábado, 28 de junio de 2003

Opinión: Los buenos, los malos y la verdad de los hechos
La pueblada de Arequito movilizó a los vecinos a un reclamo tan genuino como controvertido

Carlos Walter Barbarich / La Capital

La realidad en los pueblos suele ser capciosa, caprichosa en su devenir histórico. La verdad aparece generalmente disfrazada tras el manto de la hipocresía y la verdad absoluta duerme en los rincones del olvido y la terquedad. Así vivió Arequito la pueblada que mantuvo en vilo al país cuando se produjo la muerte del custodio Luis Cignoli. Un reclamo genuino por cierto pero arbitrario e injusto a la vez. Todo se mezcla en los pueblos: verdad, mentira, fama, preconceptos ancestrales y -como no podía ser de otra manera en estos tiempos- videos.

La crónica dirá que un 20 de junio el pueblo se alzó contra la impunidad cuando a su hijo dilecto lo asesinaron de la manera más atroz, por la espalda. Sin embargo el caso del custodio del boliche Arena, Luis Cignoli, comienza a develarse lentamente y sin pausa.

Para que el círculo cierre deben existir los buenos y los malos y en esta historia estos dos ingredientes se mezclan sin pedir permiso. Luis Cignoli era un custodio encargado de vigilar que en su boliche no ingresaran aquellos personajes que "afeaban" la realidad de una sociedad patentizada como próspera.

En ese lugar no debían convivir "negros villeros" con personalidades de una comunidad signada al éxito como la de Arequito -dicho sea de paso, capital nacional de la soja. A esos lugares pretendían entrar los desangelados del pueblo, esos que sólo portan apenas una silueta que denota miseria, tristeza y desolación. La respuesta siempre era la misma para ellos: "La casa se reserva el derecho de admisión".

Como una cuestión casi caprichosa del destino la realidad sociológica de los pueblos se divide en partes iguales pero distanciadas por una realidad enmarcada en el poderío económico de unos y otros. Están los del otro lado de la vía y los "buenos", los de este lado.

Nunca se supo qué lado demarcaba la línea divisoria entre buenos y malos pero se sabe que en los pueblos los del otro lado de la vía son los malos, los negros, los chorros y los villeros sin villa como sucede en Arequito. "Lo que en ese pueblo llaman villa en los grandes conglomerados urbanos es un barrio residencial", confió una fuente sin más detalles.

Lentamente se va descubriendo que Luis protagonizó un incidente con un chico al cual no se le permitía el ingreso a un boliche de "los del centro de Arequito", y que eso derivó en un encono personal que culminó con la muerte del custodio. Eso dirá la simple crónica policial pero hay cosas que van más allá de lo racional.


Injusticias y dobleces
Luis cumplía al pie de la letra las imposiciones culturales de un pueblo que no permite la mixtura entre pobres y ricos y esa imposición acabó desgraciadamente con su corta vida. Rehén de ese propio sistema arbitrario y perverso, cumplió denodadamente con los designios sagrados de los pueblos; el de combatir con los virus que amenazan con "pudrir" el organismo.

Lejos de ser un culpable de esta historia, Luis es una víctima más de esta historia plagada de injusticias y dobleces. ¿Y a su asesino Carlos Núñez que rol le cabe? Quizás es materia de analistas el determinar por qué actuó de la manera que lo hizo y por qué se llevó la vida de uno de los hijos dilectos de Arequito.

Arbitrariamente el destino y la verdad, que comienza a ser develada, dirá que Núñez actúo en legitima defensa ante el ataque de Luis Cignoli. Pero, ¿eso le dará paz a los desconsolados padres? ¿Quién devolverá la paz pérdida a los progenitores de Luis? ¿Quién es el culpable de esta historia que acabó absurdamente con la vida de Luis Cignoli?

Será quizás el odio de un pueblo, el rencor desplegado arbitrariamente por los vecinos contra la policía, el presidente comunal o contra el simple testigo Jorge Bled, al que acusaban de cómplice y sólo resultó ser un testigo clave. Bled declaró exactamente lo mismo que el amigo de la víctima, Héctor Ruffini. Hubo un enfrentamiento en donde uno de los dos perdió la vida. Tan simple y tan duro como eso.

Nadie devolverá la paz a los padres de Luis pero tampoco retornará la paz en las familias Bled y Núñez, que vieron como una sociedad quería entregarlos a la hoguera sin mayores miramientos. Sin embargo en esta historia aparece un personaje extremadamente cauto; casualmente la mamá de Luis, Alicia Gallo.

Es ella la que le devuelve a la sociedad de Arequito un manto de cordura ante tamaño despropósito y es ella la que -curiosamente ante tamaño dolor- llama a la reflexión a un pueblo aturdido y confundido; más aún con la presencia "amarillesca" de muchos medios nacionales que lejos de buscar la verdad querían el impacto mediático.

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