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 sábado, 28 de junio de 2003

La crisis asiática cambió la visión del pensamiento único
El FMI adoptó un enfoque "más ecléctico" de los controles sobreel flujo de capitales

Hernán Dearriba

Las consecuencias de la crisis asiática de 1997 enterraron el consenso del pensamiento único que consideraba a los controles de capitales casi como una herejía económica y llevaron al propio Fondo Monetario Internacional (FMI) a aceptar las restricciones para los flujos de corto plazo, como un instrumento correcto para evitar corridas monetarias o cambiarias.

El decreto que firmó ayer el presidente Néstor Kirchner para restringir el libre flujo de los capitales de corto plazo, que ahora deberán ser registrados en el Banco Central y tendrán que permanecer en el país 180 días corridos, se inscribe precisamente dentro de los parámetros que el FMI considera aceptables.

El economista jefe del Fondo Monetario, Kenneth Rogoff, señaló en un trabajo reciente titulado "Los controles de Capital" que "en la actualidad todos coinciden en que se requiere un enfoque más ecléctico frente a la liberalización de la cuenta de capital".

"En materia de controles de capital, hay que adoptar medidas transitorias orientadas hacia objetivos muy precisos, para frenar la afluencia o salida temporal y masiva de instrumentos de deuda", señala Rogoff, en una visión que sólo un par de años atrás podría haber escandalizado a los miembros del staff del organismo multilateral de crédito.

De hecho, el economista jefe del Fondo reconoce que "como mínimo, en algunas de las misiones rutinarias de supervisión realizadas en la primera mitad de la década del 90 y en el contexto del asesoramiento en materia de asistencia técnica, el FMI no advirtió de forma suficientemente categórica a los países con sistemas financieros endebles y marcos macroeconómicos inadecuados que estaban abriendo demasiado rápidamente sus economías al crédito externo a corto plazo".


Un cruel mar de capital
Semejante reconocimiento no es sin embargo un emergente aislado producto de las críticas que sufrió el organismo multilateral luego de las crisis asiáticas, sino que es consecuencia de un cambio de pensamiento que se refleja aún en los círculos que mejor interpretan la ortodoxia económica.

En esa línea, la ultra ortodoxa revista inglesa The Economist, resaltó en una de sus últimas ediciones en un artículo titulado "Un cruel mar de capital" que "dado la inherente volatilidad de los mercados financieros y los grandes costos que ella puede conllevar, para algunos países en desarrollo la imposición de controles sobre el libre movimiento de los flujos de capital no es una mala política".

"Estos controles, como muestra el caso de Chile, pueden ser eficaces en inducir un cambio en la composición de los flujos de capital internacional desde los riesgosos y volátiles fondos de corto plazo a los más estables y benéficos de largo plazo como la inversión extranjera", agregó la influyente publicación.

Queda claro que la aprobación para los controles de capital en estos círculos de pensamiento, está limitada a los flujos de corto plazo, precisamente aquellos a los que apunta el Ministerio de Economía, en su afán por sostener el precio del dólar en el mercado libre.

Rogoff considera que "los controles de capital suelen generar corrupción, e invariablemente suscitan distorsiones", aunque entiende que "parecen existir buenas razones para mantener un criterio amplio sobre el tema de los controles de capital y la deuda, especialmente al debatir mecanismos más eficaces para inmunizar al sistema financiero mundial frente a las crisis en el siglo XXI".

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