Año CXXXVI
 Nº 49.875
Rosario,
martes  17 de
junio de 2003
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Preocupación por los altos niveles de violencia escolar
Un sondeo dice que el 20% de los docentes es agredido por alumnos
El estudio incluyó a 128 maestros de 13 escuelas primarias de Rosario. Temen que la situación empeore

Dos de cada diez maestros primarios aseguran haber sido agredidos por sus alumnos. Y al menos uno de ellos ha presenciado la exhibición de armas de fuego en la escuela. Esto es lo que arroja una encuesta realizada por el Centro de Estudios e Investigación Social Elvira Rawson (Ceiser) en trece establecimientos educativos de Rosario, donde casi la totalidad de los alumnos aparece involucrada en situaciones de agresión verbal e incluso física con sus compañeros. Tanto es así que el 82 por ciento de los docentes califica como grave o muy grave al problema de la violencia escolar. Y la mayoría considera que los conflictos empeorarán.
Días atrás, la comunidad educativa de una escuela céntrica se vio alterada al conocerse que un alumno de 14 años había llevado un revólver. El hecho puso al descubierto temores en torno a una situación que se repite con mayor frecuencia.
La delegada local de la Asociación del Magisterio de Santa Fe (Amsafé), Stela Michalek, es consciente de que el tema preocupa mucho a los maestros, que hacen todo lo posible por abordarlo "como un hecho educativo".
Pero, paradójicamente, el problema desborda a la escuela. "Para entenderlo hay que considerar dos niveles: uno deriva del hambre y la exclusión social, que afecta sobre todo a los pibes y se puede traducir incluso en situaciones tanto o más graves, como la droga o la delincuencia", sostuvo Michalek.
Aun así, queda otro nivel: el intraescolar. "Los docentes creemos que la escuela debe ser un ámbito con normas y reglas claras, un lugar donde no se robe, no se mienta y se respete al otro, donde la violencia no pueda entrar. Pero eso es un modelo ideal, porque la violencia en efecto entra a las aulas", admitió.
De esto da cuenta una encuesta realizada entre el 12 y el 23 de mayo pasado sobre 128 docentes, en 13 escuelas primarias públicas de los seis distritos de la ciudad. El trabajo fue dirigido por el sociólogo porteño Daniel Lutzky.
En el informe salta que las situaciones de violencia en la escuela tienen a los propios chicos como víctimas y protagonistas y que las agresiones verbales entre ellos son cosa de todos los días. Tanto es así que el 96% de los docentes confirmó la existencia de estas provocaciones y otro 87% apuntó a la agresión física como una forma habitual de violencia infantil.
Pero el conflicto no termina ahí. Los maestros también suelen quedar en el medio, al punto de que dos de cada diez aseguran haber sido blanco de una agresión por parte de sus alumnos.
Cuando intentan explicar estas y otras situaciones de violencia, como los robos y actos vandálicos en las escuelas, los docentes señalan a la marginación social como primera causa (79,5%), seguida por la violencia familiar (46,5%) y la falta de programas especiales para abordar la problemática (39,4%).
También Amsafé denuncia la soledad de los maestros ante este tipo de conflictos. "Desde el Ministerio de Educación no se ve gran preocupación: una sola vez, el año pasado, enviaron una cartilla formal sobre el tema -sostuvo Michalek-, cuando uno esperaría intervenciones más efectivas, como gabinetes psicopedagógicos en todas las escuelas y apoyo concreto a la gestión de los directores y docentes".
Según demostró la encuesta, los padres de los alumnos tampoco pueden considerarse aliados para afrontar el problema. Ante la pregunta de cómo responden las familias frente a estos sucesos, sólo el 11 por ciento de los docentes dijo que asumen el problema. En cambio, el 40 por ciento acusa a los padres de desentenderse del tema y el 33,5 asegura que les devuelven la pelota culpando a la escuela.
Con este panorama, no es de extrañar que puertas adentro de los establecimientos cunda el pesimismo: siete de cada diez docentes consideran que la violencia escolar aumentará y dos que se mantendrá en los niveles actuales. Sólo 3,9 por ciento de los encuestados confía en un futuro mejor.


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