 |  | Reflexiones La necesidad de un nuevo paradigma
 | Angel Fernando Girardi (*)
En una reciente colaboración planteamos la necesidad de lograr como nuevo paradigma una política de Estado que priorice el apoyo a la producción agroalimentaria, a fin de constituir a la Argentina en proveedora y reserva alimentaria de la humanidad. Dicha meta no puede estar aislada de otro paradigma que le sirve de sustentación y apoyo: el logro de un nivel educativo de excelencia para todos los ciudadanos, sin exclusiones, desde la escuela primaria en adelante. Pero este ideal no se logra por generación espontánea, por una experiencia individual, sino por el permanente desarrollo del intelecto, motivado por la enseñanza de valores tales como el amor, la solidaridad, la cordialidad, la bondad, el espíritu de trabajo, la transparencia moral, la gratitud, la prudencia, la austeridad, la excelencia, la humildad, la templanza, el tesón, el patriotismo y tantos otros que surgen del objetivo trascendente que debemos fijarnos: formar ciudadanos dignos, capaces y trabajadores. El "maestro" debe volver a ser lo que fue, un centro de atracción casi superior al de los padres, pues no sólo impartía la instrucción enciclopédica que seguramente el alumno no recibiría en la casa, sino que con rigor y constancia inculcaba normas de conducta. Enseñaba a abrazar la verdad, la honradez, el respeto, el amor al trabajo, y a rechazar la envidia, el egoísmo, la holgazanería y la ostentación. Hoy el sistema pedagógico se ha vuelto híbrido, atomizado, poco consistente y ello tiende a que la labor docente pierda su fuerza y sentido de integración del alumno a su familia, a su comunidad y por ende a la Nación toda. La Argentina otrora "granero del mundo" debe plantearse cómo puede lograr ahora como "proveedora y reserva alimentaria de la humanidad", ocupar un lugar de importancia en medio de un mundo globalizado, cuyo canibalismo económico, para ser superado, exige unos niveles de educación y capacitación intelectual muy por encima de la media. Es por ello un contrasentido que con semejante perspectiva haya argentinos mal alimentados y lo que es peor, mortandad infantil producida por severos cuadros de desnutrición. Se debe corregir en forma decisiva tal antinomia, ciertamente no por la vía de la asistencia que debe ser transitoria, sino por la de la enseñanza que será definitiva; por lo que debiera entonces ser obligatoria, también en los niveles de educación básico y polimodal, una enseñanza teórica y práctica que posibilite cultivar huertas y granjas comunitarias y participar en los procesos de elaboración de alimentos, conforme las posibilidades y ubicación geográfica de cada establecimiento educativo. El racional y permanente cultivo de huertas y granjas y la elaboración casera de pan, fideos, manteca, quesos, miel, dulces, etcétera, representaría el 70% o más de la alimentación familiar y lo que es más importante aún, se les inculcaría un afecto por el trabajo el cual hoy es inexistente, ya que priva la idea de mendigar o, lo que es más grave, de hurtar. En un país como el nuestro, con los mejores suelos del mundo, con un clima en general templado, donde todo lo que se siembra fructifica, nadie puede ni debe tener hambre. Prioricemos la cultura del trabajo y la producción, basta de mendigar, volvamos a trabajar y a estudiar seriamente. Facilitemos la inversión propia o extraña. La conjunción armónica del capital y el trabajo es la que produce bienes y la creación de bienes es la que nos da bienestar. El trabajo que se le reclama al Estado, éste solo puede brindarlo merced al impuesto que paga la comunidad productiva y ésta para cumplir con tal contribución, obviamente, debe producir. Este círculo virtuoso de capital productivo y trabajo fecundo no pudo, afortunadamente, ser superado por el círculo vicioso de la especulación financiera y de la política clientelística. El economista Daniel Pérez Enri sostiene que "en los países en vías de desarrollo se observa que existe poca inversión en educación, capacitación y salud, juntamente con altos niveles de desempleo y subempleo", con el agravante de que "la mayor parte de este elevado desempleo es de tipo estructural, pues en caso de desarrollarse, la nación no contará con un capital humano lo suficientemente capacitado como para cubrir las necesidades de dicho factor" ("Economía en el pensamiento, la realidad y la acción" Ed. Macchi, 2000, pág. 284). En buen romance, si no hay educación integral, no hay posibilidad de futuro para nuestra Nación, cualquiera sea el proceso de acumulación de riqueza que se encare. Con muchos sobrentendidos, estimamos que los presupuestos mínimos necesarios para el logro de este ineludible cometido son: 1º)Debe darse prioridad al presupuesto educativo, en sus tres niveles. 2º)Dentro del presupuesto, debe incluirse una importante partida para que desde todos los medios gráficos, radiales y televisivos se aleccione a los jóvenes a conocer bien las distintas carreras , las exigencias que tienen, las frustraciones personales que implica comenzarlas y no terminarlas y el gasto que tal deserción significa para las familias y el Estado, etcétera. 3º)Debe requerirse el apoyo a los comunicadores sociales para que desinteresada y constantemente hagan su aporte al fomento y sostenimiento de la instrucción. 4º)Se debe lograr que tanto el docente que se está formando como el que está en actividades retomen el ideal de ser un complemento esencial de los padres del alumno, a punto tal que su labor integre definitivamente al educando a la sociedad cuyo futuro va a depender de lo que él aprenda y aplique. 5º)Finalmente, cada maestro debe tener desde el ministerio del cual depende todo el apoyo que sea necesario, ya sea a través de cursos permanentes de capacitación, entrega de materiales e instrumentos actualizados y, fundamentalmente, de una remuneración acorde con su labor, de modo tal que no tenga que recurrir a planes de lucha, donde todos pierden: el niño, el maestro, el gobierno, la sociedad, el futuro de la patria. Las grandes épocas de bienestar de nuestra historia argentina no fueron frutos del azar ni de la improvisación, por el contrario, fueron la resultante de contar con grandes proyectos de integración nacional, vividos y ejecutados por todos los estamentos sociales. En esta hora de refundación de la Nación, luego de su default moral y económico, es cuando debemos fijarnos qué paradigmas son trascendentales y aceptar el desafío de llevarlos a la vida real, con toda la energía posible. Nuestros hijos y nietos, sin dudas, cosecharán sus frutos. (*) Doctor en Derecho y productor agropecuario
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