Carolina Taffoni / La Capital
Está clarísimo, tan claro como el saco blanco elegante sport de Fito Páez. Un recital de Fito en Rosario no es lo mismo que un show de Páez en cualquier otra parte del mundo. Acá la carga emotiva es intransferible y el feedback con la gente es instantáneo. Además esta vez la expectativa era grande: la presentación de un disco ("Naturaleza sangre") con chapa de cambio y renovación. Ahora Fito Páez sólo reconocería "su barrio" a través de un viejo álbum de fotos, pero igual él aprovecha las ventajas de jugar de local como nadie. Anoche en el teatro El Círculo (donde vuelve a actuar mañana y pasado) hacía cantar a la gente como el director de un coro y también se despachó con varios temas "a pedido". En vivo, Páez también tiene otra ventaja. Al menos durante las casi dos horas y media de recital, todas esas manías que viene acumulando en los últimos años parecen mucho menos molestas. Y no estamos hablando de poco. Ahí están sus esnobismos intelectuales; sus influencias (robos) literarios; que te trata de "vos" y te trata de "ti", que le da lo mismo Rosario, "Baires", "New York" o Madrid, y lo autorreferencial hasta el hartazgo. Pero antes de que lo empieces a pensar, se levanta el telón y Fito Páez y la banda salen a matar o morir. Primero con "Nuevo", una declaración de principios que revitaliza viejos lugares comunes, y después con "Salir al sol", otra declaración de principios que se podría confundir con el jingle de campaña de algún partido político. El "nuevo" Páez viene con un cambio de forma pero no de contenido. Es cierto que hay una búsqueda de un sonido más rockero a través de las guitarras y una intención de despojarse de rebusques superfluos. La canción, sin embargo, sigue siendo la misma, con todos sus brillos y caídas. Páez mezcló el pasado (hasta se acordó de "Sable chino") y el presente en un sube y baja tan riesgoso como electrizante. Algunas canciones de las nuevas no desentonaron, como la balada "Bello abril", el rock de emergencia "Urgente amar", las beatlescas "Volver a mí" y "Los restos de nuestro amor", o "Naturaleza sangre", un tema más García que los propios temas de Charly García. Así y todo, nada pudo hacerse contra el Fito más soberbio y dramático, el de "El chico de la tapa", "Canción de amor mientras tanto" o "Ciudad de pobres corazones". Después de esos vendavales, algunos popurrís nostálgicos quedaban como simples gestos simpáticos, aunque se tratara de canciones irremplazables como "Pétalo de sal" o "Te vi". Los que fueron a buscar "la gran circo beat" la encontraron. Esa referencia al lugar entre la demagogia y el homenaje se repitió en el recital como un rito (en "El diablo de tu corazón", "Mariposa Tecknicolor", "Circo Beat", "Tema de Piluso" y "Normal 1"). Y los hits de "El amor después del amor" tampoco faltaron. ¿Qué faltó? A lo mejor que Fito inventara algún chiste cuando le pifió a la letra de "11 y 6", o que no hiciera "Dar es dar", o que no nombrara a Jorge Rial, o que no dijera que "todas las revistas son una mierda". Pero mientras las canciones puedan superar las torpezas y las manías, mientras un puñado de canciones sean el centro de la ceremonia y no la excusa, Fito Páez está salvado.
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