Año CXXXVI
 Nº 49.869
Rosario,
miércoles  11 de
junio de 2003
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Opinión
Jerarquizar el Estado

En la Argentina poscrisis se ha revalorizado como nunca el rol protagónico del Estado en dos roles clave: el de árbitro y el de gerente. Se trata de dos funciones esenciales del ente estatal, la primera más característica de las prósperas naciones del norte del planeta y la segunda más vinculada con el fracaso del modelo neoliberal en los países en vías de desarrollo. Sin embargo aquí las prácticas más usuales en torno suyo, sin importar la esfera -nacional, provincial o municipal-, se han relacionado con el clientelismo y no con la eficiencia.
Por cierto que el hecho es grave, sobre todo cuando más que nunca se necesita de la injerencia estatal para enderezar el rumbo de un barco que estuvo demasiado cerca del naufragio. En ese marco un suceso menor, el descubrimiento de una mafia municipal que cobraba coimas a la venta ambulante en Rosario, se erige como un ejemplo preciso de aquellos vicios que deben erradicarse de manera definitiva si se pretende -tal cual se lo pregona- modificar la realidad socioeconómica de la República.
La red de soborno detectada operaba justamente desde el organismo encargado del contralor, la Dirección de Control Urbano municipal. Y lo hacía con niveles de impunidad preocupantes, a tal punto que los responsables ni siquiera se molestaban en disimular la situación. La sensación de tierra de nadie que queda instalada amerita una rectificación urgente.
No caben dudas de que no será sencillo. En la Argentina existe una cultura preocupante en relación con el empleo público, cuyos niveles de estabilidad son mucho mayores que los del privado sin que la contraprestación exigida resulte en general acorde con esa condición privilegiada en un contexto como el presente. Pero más allá de esa peculiaridad el enquistamiento de focos de corrupción se convierte, a esta altura, en intolerable. La responsabilidad primaria de los funcionarios políticos consistirá en garantizar, en primer término, la transparencia, y sólo después concentrarse en la eficacia.
El gobierno que acaba de asumir a nivel nacional ha dado pruebas de una inédita voluntad de cambio. Ojalá que la revitalización del rol estatal, tan necesaria en el agobiado país del presente, se una a la calidad de gestión para cerrar un círculo virtuoso.


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