| | Editorial Los que se fueron y vuelven
| El absurdo y terrible crimen del que resultaron víctimas dos argentinos que residían en Miami dejó como saldo no sólo una comprensible dosis de desazón y angustia sino la masiva divulgación de una noticia que en otro contexto hubiera pasado, acaso, inadvertida: el retorno al país de muchos ciudadanos que cuando estalló la crisis habían emigrado a los Estados Unidos en busca de mejores horizontes. Pero las cosas han cambiado, tanto aquí como en el gigante del norte. La sensación de cerrazón y carencia de futuro nacional que se percibía como ineludible telón de fondo después de la caída de Fernando de la Rúa y durante los primeros tiempos de la gestión de Eduardo Duhalde ha dado paso a una razonable —y necesaria— cuota de esperanza. Impulsada por el aliento que otorga el positivo viraje de los indicadores económicos —que se confirmó nuevamente con el récord recaudatorio del pasado mes de mayo— y sustentada en la perceptible renovación política que encarna el nuevo gobierno nacional, se vislumbra otra actitud en la sociedad argentina. Se trata, es verdad, de un esbozo de cambio en medio de un panorama desolador. Pero la modificación de la subjetividad suele ser la palanca sobre la cual se apoyan las transformaciones concretas. Mientras tanto, en EEUU todo giró en el sentido opuesto después de la tragedia de las Torres Gemelas. Sobre todo en relación con los extranjeros. El golpe más duro para los argentinos que proyectaban exiliarse fue la quita del programa "visa waiver" (exención de visa) para el turismo, que impuso un riguroso filtro. Y otro elemento que indudablemente contribuyó a malograr planes de rápida prosperidad —sobre todo en la península de Florida— fue la parálisis del turismo, actividad que solventaba la mayor cantidad de los empleos y oficios ejercidos por quienes carecían de la documentación en regla. Uno y otro factor se han aunado en los últimos tiempos para impulsar a los que partieron a emprender el regreso. Si bien el dato debe ser evaluado con cautela, ya que implica la frustración de proyectos personales y familiares de muchos compatriotas, no corresponde subestimar la importancia de lo que su presencia señala: simplemente, un país —la Argentina— que ha vuelto a ser vivible. No es un logro irrelevante, aun cuando aquello que falta hacer todavía sea demasiado.
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