Año CXXXVI
 Nº 49.862
Rosario,
miércoles  04 de
junio de 2003
Min 2º
Máx 16º
 
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Opinión
Taxistas en peligro

La inseguridad que reina en la ciudad victimiza, de una manera u otra, a todos los rosarinos, pero existe un grupo de trabajadores sobre quienes las consecuencias de la situación social imperante recaen de modo especialmente duro. Los taxistas recorren a toda hora las calles a bordo de su vehículo y la indefensión que padecen los convierte en el blanco perfecto de delincuentes que para apoderarse de mínimas sumas de dinero cometen atrocidades. La brutal agresión que sufrió anteayer un chofer, gravemente herido de arma blanca en Mister Ross y Mitre, volvió a poner sobre el tapete un tema archiconocido, pero en torno del cual los avances registrados deben calificarse -lamentablemente- de nulos.
La reacción de los representantes sindicales de los conductores ante lo sucedido hizo hincapié en la reciente promesa policial de incrementar los controles en las zonas de mayor peligrosidad. Las fuerzas de seguridad "saben quiénes son los malvivientes y cómo operan. Si aquí estas cosas continúan ocurriendo es porque no existe una decisión real de trabajar al respecto", disparó con crudeza el secretario general del gremio de los peones de taxis, Martín Boix. Y remató con una pregunta que no tiene nada de retórica: "¿Qué esperan, otro muerto para acordarse de los taxistas?".
Resulta innegable que la vehemencia del sindicalista encuentra una adecuada justificación en los hechos. El reclamo de una decisión política para implementar un sistema que garantice la seguridad de los taxistas, sobre todo por las noches, merece ser escuchado y atendido con urgencia.
También urge abrir el debate hacia otras direcciones, que no rematen en la protección policial como única solución a los problemas. En la cercana Montevideo, ciudad semejante a Rosario en tantas características, los conductores trabajan protegidos por un grueso cristal que los aísla físicamente de los pasajeros. Son, por cierto, los especialistas en seguridad quienes deben emitir su veredicto al respecto, en sintonía dentro de lo posible con la crisis económica que golpea al sector. Pero más allá de lo que finalmente se defina, lo que no se puede admitir más es la pasividad, esa misma que permite que el drama continúe y cada taxi que transita por las calles rosarinas se dirija, inevitablemente, al peligro.


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