Año CXXXVI
 Nº 49.862
Rosario,
miércoles  04 de
junio de 2003
Min 2º
Máx 16º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Reflexiones
Tanguedia en Miami

Víctor Cagnin / La Capital

El asesinato de dos argentinos en un barrio de Miami, justo cuando festejaban el cumpleaños de la esposa de uno de ellos, ha provocado un gran impacto en la opinión pública. Una pregunta, entonces, surge como inevitable: por qué conmueve tanto una noticia que, de suceder en nuestro territorio o en algún país limítrofe, tal vez no logre igual repercusión.
Un componente puede hallarse en la historia de vida del asesino, quien con antecedentes delictivos en Nueva York y Nevada, había llegado a Miami la semana pasada y nunca había hablado con las víctimas. Aparentemente, se sintió molesto por el volumen de la música, gritó un "fucking latins" y comenzó a disparar a mansalva. Huyó y lo encontraron refugiado en la casa de los padres; acaso tenga esto una interpretación psicoanalítica. Se trata de un personaje ya convertido en un estereotipo de Estados Unidos -al menos dos veces al año desatan alguna
masacre-; ahora con la novedad depositada sólo en torno al condado donde puede aparecer y en la nueva comunidad que se señale como víctima. Para más datos, imágenes y referencias, se cuenta con el excelente documental de Michael Moore "Bowling for Columbine" (Una nación bajo las armas), el cual se llevó el Oscar en la última entrega.
Otra arista sustancial de la noticia está dada por esos argentinos que debieron emigrar del país obligadamente en los últimos años en procura, ya no de un destino mejor, sino simplemente de un destino. Este drama, que se nos presenta como un eterno retorno, deja a más de uno sin palabras. Es que está allí presente la angustia de los ancestros que llegaron a la Argentina escapando a la pobreza extrema, a la discriminación racial o a la propia muerte de la Primera y Segunda Guerra y, consecuentemente, su melancolía irreductible y transferida. Están nuestros grandes referentes partiendo al exilio,
-políticos, escritores, científicos y artistas-. Y está presente, desde luego, la generación que hicieron desaparecer o escapó de las fauces de la última dictadura.
Como bien se recordará, cuando el país recuperó la vida democrática "El exilio de Gardel" se convirtió en una película de culto para los argentinos. El rescate que hizo Pino Solanas sobre las vicisitudes y calamidades de los compañeros o conciudadanos en París tendía un puente no sólo hacia el continente perdido sino hacia las ideas, los valores, los principios olvidados y el talento relegado durante esos siete años. Descubrimos que el tango -género que Borges calificó de valiente- podía tomar un recorrido imprevisible, sorprendente, al igual que su baile, tan libre de interpretación en la coreografía de unos desconocidos. Y que, en las circunstancias más graves y extremas, nos devolvía identidad y pertenencia.
Aquella música, como aquella actitud hacia el arte y la política de los años 80, acompañó durante un buen tiempo el imaginario de un país que pretendía abarcarlos a todos, curarlos, darles de comer y educarlos. Aunque ese desafío nunca logró echar raíces. Por el contrario, poco a poco se fue diezmando de protagonistas, diluyéndose entre laberintos burocráticos y compromisos financieros con el exterior. Luego, el vertiginoso proceso de globalización tras la caída del Muro de Berlín, la entronización del neoliberalismo y la demonización del Estado protector, con la corrupción sistemática, se encargó de echar mano sobre la estructura productiva del país.
De las consecuencias ocasionadas estamos aún muy cerca y cualquiera puede dar fe o buenos testimonios. Se estiman en 260 mil los argentinos que partieron al exterior en los últimos tres años por la falta de perspectiva. Una cifra récord en la historia. Y así como París, Madrid y México fueron en los 70 los principales destinos de los emigrados, Miami se transformó ahora en uno de los centros de mayor concentración. Todavía están presentes las imágenes televisivas en Ezeiza registrando algunas partidas desgarradoras, con abuelos, hijos y nietos separándose. En muchos casos, paradójicamente, se trataba de familias que habían sido víctimas de robos y se iban en busca de un lugar seguro y previsible.
Pero la seguridad es un bien que escasea en cualquier parte del mundo. Tal como lo advirtió Lula en su intervención en la Cumbre de los Ocho países ricos: sin crecimiento no hay sustentabilidad social, y sin sustentabilidad, desde luego, no hay seguridad para nadie.
Dos cuestiones finales para atenuar el drama: la rápida reacción de la Cancillería argentina ayudando a los familiares de las víctimas tal vez resulte un buen indicio del Estado de contención en proceso de regeneración. En tanto, la música, o ese tango tan molesto para un oído asesino, habrá sido otra vez un puente hacia el país perdido.
[email protected]



Ilustración: Chachi Verona.
Ampliar Foto
Diario La Capital todos los derechos reservados