| | cartas Operativo Santa Fe
| La cultura de un pueblo se mide por el trato que se dispensa a los niños, a los ancianos y a los animales. Los pobladores de Santa Fe cumplieron con toda esta aseveración y brindaron escenas desgarradoras de protección a los seres más indefensos de la sociedad: perros y gatos. Salvados del torrente avasallador por personas sensibles, responsables, aguardaban en silencio que alguien recurriera en su auxilio. Y un grupo de rosarinos puso manos a la obra. Un equipo veterinario encabezado por el doctor Carlos Cossia y miembros de una entidad proteccionista partieron el 24 de mayo rumbo a la ciudad de Santa Fe. Llevaban alimentos y drogas y sobre todo un capital necesario, "el deseo de ayudar". A las 10, los móviles estaban instalados, las manos prestas y las jeringas preparadas. De los cuatro puntos cardinales del barrio Centenario comenzaban a llegar los dueños con sus mascotas, algunos cargados en brazos, otros con sogas que hacían las veces de improvisados collares, algunos en los cestos de las bicicletas y otros arrastrando extraños carritos. Durante seis horas, entre anécdotas estremecedoras y un muchas gracias emocionado que nunca faltaba, los veterinarios ejercitaban la profesión en un terreno hostil. La tarea había sido cumplida. Dos ciudades, distintos grupos habitacionales, médicos veterinarios comprometidos con su práctica y con la intención de devolver lo que la universidad invirtió en su formación y entidades proteccionistas lograron el milagro chiquito, el cotidiano, el imperceptible de muchas voluntades reunidas en un propósito común. Gracias a todos por reforzar la creencia de que un país nuevo es posible. Felisa Aurascoff
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