 |  | Reflexiones El aislacionismo estadounidense
 | Sergio Muñoz Bata / Reforma - México(*)
A mi paso por Viena, Austria, la semana pasada, leí en un periódico local una crónica conmovedora acerca de una escuela primaria y secundaria que enfrenta un inusitado e interesante problema de relaciones internacionales. La Escuela Internacional Americana fue fundada originalmente para educar a los hijos de diplomáticos y ejecutivos de empresa norteamericanos y británicos trabajando temporalmente en Viena. Hoy, la escuela ha crecido y se ha diversificado. La matrícula registra estudiantes de 56 países, incluyendo al país anfitrión. El problema, sin embargo, no es la internacionalización del estudiantado. De hecho, antes de la guerra de Estados Unidos contra Irak este problema no existía. Hoy, según dice James, un chico norteamericano de 13 años de edad, todo es diferente pues "parece que todo el mundo odia a Estados Unidos. Básicamente, es los americanos contra el resto del mundo". Más allá del ocasional insulto o de las pequeñas manifestaciones de otros estudiantes contra la política belicista de Estados Unidos, lo que ha resultado inconcebible para los muchachos estadounidenses es que cuando discuten en la clase temas de política exterior, ellos siempre son una minoría enfrentada al resto del mundo. Los maestros rechazan la idea de que en la escuela se viva ahora un clima antinorteamericano e insisten que sus programas promueven activamente la tolerancia racial y étnica. La raíz del problema es que los chicos norteamericanos aprenden en sus casas una visión del mundo que choca con la que los otros niños oyen en sus hogares y al llegar a su escuela son confrontados por la mayoría. A pesar de las dificultades que los muchachos americanos padecen, algunos de ellos están sacando provecho de la experiencia. Katie, por ejemplo, piensa que a pesar de los desacuerdos "tus mejores amigos no necesariamente tienen que ser americanos". Esta semana, llegando a Umbria, en la provincia italiana, leí en un diario americano otra crónica sobre la evolución del pensamiento de los jóvenes norteamericanos que viven en Estados Unidos. El contraste es alucinante. Una encuesta reciente hecha por la Universidad de Harvard, entrevistando a 1.200 estudiantes de universidades norteamericanas, encontró que dos tercios apoyaron la guerra contra Irak viéndola como un claro ejemplo de guerra defensiva, no de agresión. Para estos jóvenes es evidente que la ruta en la que el presidente George W. Bush ha embarcado al país es la correcta. Las aplastantes victorias del ejército estadounidense en Afganistán e Irak han hecho resurgir la confianza de los jóvenes en las fuerzas armadas y les han hecho sentir que cualquier ataque que el país sufriera en el futuro será respondido con potencia devastadora. Es interesante notar que la fe en las fuerzas armadas se ha incrementado al tiempo que la credibilidad de otras instituciones como la iglesia, las corporaciones y el Congreso se ha debilitado enormemente. También es evidente el resurgimiento del nacionalismo de estos jóvenes que se ven "fuertes", "valientes", "orgullosos de ser americanos" y ven a Bush como a un héroe. A los estadounidenses les cuesta admitir su nacionalismo pues asocian la palabra con nociones de superioridad étnica o racial que dicen rechazar. Curiosamente, su nacionalismo se funda en la controvertida noción de que sus ideales políticos son superiores. "Las instituciones políticas y los ideales americanos", escribe Minxin Pei en la revista Foreign Policy, "así como los logros prácticos que se le atribuyen a estas instituciones han convencido a los americanos que sus valores deberían ser universales". El nacionalismo norteamericano, apunta Pei, es diferente al de otros países porque es triunfalista, no agraviado por viejas ofensas y generalmente orientado al futuro, no al pasado. El enorme problema para los jóvenes norteamericanos, sin embargo, es que ni Estados Unidos es una isla autosuficiente que pueda prescindir de la comunidad internacional ni el resto del mundo acepta adoptar para sí los valores estadounidenses. Por más que se sientan protegidos por el ejército más poderoso del mundo los jóvenes norteamericanos no podrán vivir ensimismados. Lo que necesitan es salir al mundo para descubrir, como les sucedió a los niños de la escuela internacional de Viena, que el mundo es ancho y ajeno. (*) Miembro del consejo editorial de Los Angeles Times
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