Muchas son las opiniones vertidas en torno a las causas y efectos de las inundaciones en la provincia de Santa Fe, pero muchas más serán las que vendrán por el solo efecto del pseudo rédito político que muchos querrán conseguir. En este sentido, por su influencia, los medios de comunicación deben poner seriedad en cuestiones tan caras al sentimiento de las víctimas, inmersas en una crisis poco conocida en la historia de la provincia.
Las causales
Los especialistas han coincidido en señalar que el alto nivel de lluvias de esta temporada fue provocado por "El Niño", fenómeno consistente en la aparición de corrientes oceánicas cálidas del Pacífico, que se presenta en intervalos no regulares, muchas veces no predecible en magnitud, y provoca en ciertas zonas, como la nuestra, cambios en los regímenes normales de temperatura y lluvias intensas en diferentes regiones.
Asimismo, expertos en hidrología y medio ambiente acuerdan en afirmar que no todo el desastre producido en la provincia de Santa Fe es exclusiva culpa de "El Niño". Hay otros aspectos, dicen, que contribuyen a los graves daños causados por las inundaciones. El mal uso de los suelos y su degradación, por ejemplo, que resta permeabilidad a la tierra e impide el escurrimiento natural de las aguas. La falta de drenaje, el aumento de las napas, sumada a la deforestación y a la ausencia de humedales, constituyen una combinación fatal y generadora de fuertes inundaciones.
Pero no todo es un problema ambiental. También existen déficits en el ordenamiento territorial de las ciudades o gravitan las canalizaciones clandestinas, que nadie y mucho menos los expertos que hoy alzan sus voces en los medios, pueden justificar o desconocer.
En muchos casos, las ciudades se expanden sin que sus autoridades municipales ordenen ni prevean las consecuencias. La ausencia de una planificación municipal, seria y responsable, da por resultado que amplias parcelas de las ciudades estén sometidas a un fuerte grado de riesgo permanente, y esto justamente se corresponde con los sectores de la sociedad más postergados social y económicamente. El desacierto de la planificación urbana local o la ausencia de ésta hace que la población de más bajos recursos sea "empujada" a ocupar terrenos periféricos inundables ante la falta de toda otra alternativa. Así, los grupos socialmente más frágiles resultan las primeras víctimas de la inundación, y esto no sucede, por cierto, a raíz de un "deseo masoquista de vivir en peligro", sino en virtud de la mala orientación urbanística y la ausencia de control que en algunos municipios se observa.
Voces políticas de expertos
Pues entonces: se urbaniza en el lugar inadecuado, no se prevé con precisión que las aguas se originan en otras regiones y la inundación se acerca, pero nadie responde, ni advierte con seriedad. Por el contrario, luego de que los hechos suceden se alzan voces académicas, discursos altisonantes para los medios de comunicación, pero siempre tarde... muy tarde, cuando se pierde lo irreparable, las vidas, cuando desaparece o se destruye lo material, cuando se desgarra el tramado social, cuando se quiebran los aspectos sanitarios, educativos y culturales. Son los acontecimientos del "día después" en boca de expertos, que conocían el "día antes" mejor que nadie, pero callaron.
Para algunos las responsabilidades son tomadas a la ligera, pero la realidad demuestra que las acciones de los ahora especialistas en la crítica mediática fueran presas de los hechos. Pocos días antes de que esta catástrofe ocurriera, circuló por la ciudad capital de la provincia un proyecto denominado "Proyecto Santa Fe", curiosamente presentado por un ex rector de la Universidad Nacional del Litoral, en donde se exponía con precisión cambios importantes en la zona norte de esa ciudad y extrañamente, contrariando sus posteriores argumentaciones, no figuraba ninguna obra relacionada con la defensa de las inundaciones del río Salado.
La previsibilidad de catástrofes
Organismos internacionales especializados en la prevención de desastres naturales indican que una gran parte de los daños y sufrimientos que provocan -por ejemplo las inundaciones, en este caso- pueden evitarse si se dan las señales de alerta a su debido tiempo, pero para que ese alerta tenga máxima eficacia, los avisos deben hacerse con tiempo suficiente y ser completos y precisos. Aunque lo importante es que se den a su debido tiempo, porque de poco servirán que sean completos y precisos si el alerta llega tarde.
Después de que las aguas corren dentro de los centros urbanos, se despliegan las voces que sostienen que con la sola realización de obras se previene todo tipo de imprevistos. Sobrados ejemplos hay para decir que esta idea es falsa. Veamos un caso ocurrido en España, donde para mitigar el efecto de las inundaciones se realizaron obras que, como en el caso del camping de Biescas (pirineo-aragonés), no fueron suficientes para evitar las 87 víctimas mortales en 1996. En el caso de Biescas, las 40 presas de retención de sedimentos fueron derribadas por la creciente. Las obras habían sido previstas... pero fueron inocuas ante el avance de las aguas.
Nuestros municipios, lamentablemente, carecen de mapas de riesgo que permitan, razonadamente, impedir la urbanización en una zona peligrosa, y eso aumenta la exposición a los peligros naturales y también prefigura una catástrofe. Por ejemplo, en España se puede ir a la cárcel por delito ecológico y hay sentencias al respecto, si se vierten contaminantes a un río que produzcan la muerte de peces. Sin embargo, se puede autorizar un camping en un emplazamiento de alto riesgo que puede terminar en una catástrofe anunciada y no tener consecuencia alguna. No es sólo un problema de obras, ni sólo un problema de lluvias. No es sólo una cuestión de alarmas. Es todo eso, y es también ordenamiento territorial en la esfera local, algo que ningún experto, por más teórico que sea, puede desconocer en este escenario.
Debemos ser conscientes de que lo importante es restringir el uso del territorio para instalaciones de viviendas o instalación de emprendimientos que involucren a personas.
Según el diccionario, prever es "conocer con anticipación o conjeturar lo que ha de suceder". A su vez, prevenir es "preparar, disponer con anticipación las cosas para un fin". Mientras tanto, la comunidad científico-técnica seguirá viviendo la frustración de que sus conocimientos corren a los hechos, pero no los alcanzan preventivamente; en muchos casos, su única forma de comunicarlos es mediante una conferencia de prensa postcatástrofe, donde la única herramienta empleada es la crítica.
El problema que enfrentamos los santafesinos en general es preguntarnos qué sucederá cuándo la catástrofe que estamos viviendo deje de ser noticia para los medios de comunicación nacionales. Será en ese preciso momento cuando los santafesinos deberemos seguir trabajando anónimamente y en silencio, en forma mancomunada, como tanta gente lo viene realizando, para la reconstrucción verdadera, en base a ensayos y errores que iremos superando a través del tiempo, cada uno desde su lugar, con esperanza...
(*) Diputado provincial justicialista