Miguel Angel Rouco
Lejos de la fogosidad que caracteriza a las campañas proselitistas, Néstor Kirchner utilizó ayer un discurso mucho más moderado y realista, acorde con el delicado statu quo. En los hechos, el flamante Jefe del Estado se ubicó bastante lejos de lo que muchos de sus partidarios y detractores creyeron que estaba. Sobre el capítulo económico trazó un eje meridiano que pasa por el equilibrio fiscal y la renegociación de la deuda. En el primer aspecto, Kirchner remarcó que no habrá margen para aventuras de gastos improductivos ni para las cuentas nacionales ni para las provincias. La señal parece indeleble: se acabó la fiesta y ahora habrá que poner las cuentas en orden. El ajuste fiscal pasará por menores gastos de funcionamiento y una redistribución de partidas presupuestarias sin alterar el saldo final. En otras palabras, un delicado mecanismo de relojería. Hacia las provincias, el dardo fue lanzado con precisión al dejar muy en claro que habrá una nueva ley de coparticipación federal de impuestos, lo cual implica que muchas administraciones provinciales deberán ajustar sus estructuras, algo que no va a caer de manera muy grata a quienes aspiran a revalidar sus pergaminos en las próximas elecciones de octubre. Si la política de austeridad se cumple y las cuentas muestran un saldo positivo, Kirchner habrá recorrido un primer tramo de su gestión exitosamente y la economía volverá a reanimarse. La otra parte del camino consiste en lograr una renegociación de la deuda que permita volver a insertar a la Argentina dentro del mercado financiero internacional. Si bien en el discurso ante la Asamblea Legislativa, Kirchner tiñó la renegociación de la deuda con un pigmento populista, sabe también que se podrá hacer sólo lo que permitan las circunstancias particulares que envuelven a toda negociación entre acreedores y deudores. En sentido estricto, las posibilidades de pago del país dependen del crecimiento económico y no exclusivamente de la voluntad de los acreedores de ofrecer una quita de la deuda, menores tasas o mayores plazos. El repago de la deuda se asienta sobre el crecimiento y este sobre mejores condiciones para los agentes económicos. Kirchner también lo sabe y así lo manifestó: "Con equilibrio fiscal, la ausencia de rigidez cambiaria, el mantenimiento de un sistema de flotación con política macroeconómica de largo plazo determinada en función del ciclo de crecimiento, el mantenimiento del superávit primario y la continuidad del superávit comercial externo, nos harán crecer en función directa de la recuperación del consumo, de la inversión y de las exportaciones". La campaña ya pasó. Kirchner ya está en funciones y sabe que la situación es tan delicada que lo obliga a extremar cuidados, para no caer en la tentación de cometer los mismos errores que su predecesores y que llevaron al país a una situación terminal.
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