| | Editorial Tiempo de esperanza
| La desbordante y emocionada alegría que exteriorizó el pueblo argentino por la asunción del nuevo presidente ha puesto en franca evidencia la esperanza que todos tenemos en esta nueva etapa que se inicia tras años de crisis financiera y social que nos llevaron al borde de la disolución suicida. Sin estridencias, como él mismo lo había anticipado, pero con una singular firmeza, el flamante presidente Néstor Kirchner anunció que pondrá en marcha un ambicioso plan de obras públicas y un amplio plan de salud con los que buscará combatir el nivel de pobreza y desempleo inéditos que padece el país. Su mensaje fue verdaderamente esperanzador. El mandatario, más allá de sus promesas, formuló el deseo de concretar los sueños perdidos y demostró que con confianza mira hacia el futuro, dispuesto a enfrentar el desafío del cambio. Evidentemente, el nuevo presidente tiene en sus manos la oportunidad invalorable de transformar el presente. Pero en su humildad, también formuló un directo llamado a la ciudadanía al decir que ningún dirigente ni gobernante puede cambiar las cosas si no es acompañado por un pueblo dispuesto a asumir ese anhelado proceso de cambio. Porque, indudablemente, recuperar los valores de la solidaridad y la justicia social requiere del aporte y el compromiso de todos. Solamente así se reconstruye el bien común integrador. Y para reforzar su convocatoria a participar y no ser meros espectadores, Kirchner reiteró enfáticamente que dar vuelta una página de la historia no ha sido mérito de uno o varios dirigentes, sino de la ciudadanía. No estuvo de más que recordara que nadie se salva solo, porque los tiempos se acortan y ya no tiene cabida la indiferencia. Los argentinos podemos esperar lo mejor. Nuestra dignidad así lo anhela. Pero la meta a alcanzar no es abstracta y exige templanza y el mayor de los esfuerzos. Esa responsabilidad compartida, haciéndonos cargo cada uno generosamente de la porción que nos corresponda, nos permitirá dejar de lado desencantados y dificultosos tiempos pasados. Y debe ser así porque el pueblo está necesitado de creer. En alguien y en algo y sin resentimientos. Evidentemente, ayer fue un gran día. Y es de desear que lo sean todos de aquí en adelante para felicidad del pueblo argentino.
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