Año CXXXVI
 Nº 49.852
Rosario,
domingo  25 de
mayo de 2003
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Panorama político
La hora señalada

Darío del Arco

Irremediablemente, el tiempo se agota. Néstor Kirchner ya invirtió el suyo para diseñar sus primeros días de gobierno con un gabinete cuya integración, por convicción o desconfianza, exhibe sólo tres gamas de un mismo color.
Hoy, a partir de las 15, alejado de lo que fue la campaña y a punto de tomar los atributos del poder, Kirchner se verá en la obligación de comenzar a mostrarse tal cual es y delinear, sin ambigüedades, cuáles serán los grandes ejes de su gobierno para sacar a la Argentina de la peor crisis de la historia.
No podrá decir ya que no quiere ver a los empresarios porque "los detesta", que "hay un grupito de banqueros" a los que en menos que canta un gallo les doblará el brazo, o que no acepta ver a tal o cual embajador porque ese tipo de reuniones lo "incomodan".
A la hora señalada, Kirchner archivará su traje de candidato y presidente electo para colocarse la banda, mandar por cuatro años y siete meses e intentar no sólo recuperar económica y socialmente a la República, sino también devolverle credibilidad a sus principales instituciones, vapuleadas hoy, mayoritariamente, por una suerte de condena social.
Con el nuevo gobierno, a los argentinos -hayan o no votado al patagónico, sean peronistas, radicales, murphystas o del ARI- se les abre un camino cargado incertidumbres pero, también, de esperanzas.
No sólo se consolida la democracia con un quinto período consecutivo tras la larga noche dictatorial, sino que -para muchos- podría comenzar un tiempo precioso y decisivo para recuperar parte del tiempo que tristemente la Argentina perdió bajo la distracción de los cantos de sirena.
Kirchner llega al gobierno con sólo el 22,4 por ciento de los votos de la primera vuelta. Sin embargo, la aceptación social -medida por los encuestadores- va mucho más allá.
Por tanto, si el santacruceño logra combinar esa alternativa con movimientos certeros y hechos positivos, podría terminar de alcanzar esa legitimidad que Menem procuró arrancarle con su deserción y mutar la figura supuesta de un presidente "débil" por la de un presidente con un consenso superior al que logró más de un ex jefe del Estado.
Pero, claro, no es fácil generar en esta etapa del país situaciones que conformen a todos. Al patagónico lo esperan desafíos grandes vinculados con la justicia, la economía y la explosiva situación social.
Ya sin asumir, el FMI comenzó a tirarle de la manga con amenazas prematuras y exigencias indisimuladas. Las negociaciones con ese organismo, las tareas pendientes de la Corte vinculadas con la pesificación y los ahorros, el creciente reclamo piquetero, la falta de trabajo y el hambre en la Argentina no serán para el nuevo presidente temas de fácil resolución.
Pero la magia no existe. Habrá que ver cómo se les planta Kirchner a cada uno de esos desafíos para comenzar a entender por qué ruta transitará el gobierno que viene.
El presidente electo optó por conformar un gabinete peronista. Varios hombres de confianza máxima, un puñado de duhaldistas, un colaborador de Aníbal Ibarra de origen PJ y poco más.
No se animó a abrir el abanico a gobernadores, independientes o extrapartidarios que, tal vez, en esta ocasión podrían haberle rechazado el convite. Por eso, el gabinete es el que es. Sin puentes claros hacia sectores de los cuales Kirchner va a necesitar imperiosamente apoyos.
Mucha muñeca deberá exhibir el patagónico para manejarse con un Congreso en el que su fuerza propia tiene el tamaño de un botón. Su mayor sustento allí será el duhaldismo que, a pesar de los esfuerzos, no consiguió unificar la bancada a raíz de los venenos menemistas.
López Murphy y Elisa Carrió prometen colaboración, pero nunca le extenderán
-como corresponde- un cheque en blanco al nuevo presidente. Desde el radicalismo, Raúl Alfonsín, promueve que la UCR acepte "cargos", pero el jefe del principal partido de oposición parlamentaria lo desautorizó de plano.
La "ayuda" de la UCR, López Murphy y Carrió podría simplificarle la tarea a Kirchner. Al igual que, parece, se la simplificará el sector piquetero que responde a Luis D'Elia.
D'Elia y su tropa le darán al santacruceño una virtual tregua. Tienen con el presidente electo línea directa y no quieren ahogarlo de entrada. Una decisión acertada que durará, seguramente, hasta cuando los piqueteros descubran que los tiempos de sus necesidades no coinciden con los del nuevo gobierno.
Por eso será trascendente el mensaje de Kirchner en el acto de jura. Alegrará a muchos y decepcionará a otros. Pero, con su discurso, puede comenzar a develar parte de su estrategia de gestión y "tranquilizar" a aquellos -incluido Eduardo Duhalde- que dicen que el patagónico es una "verdadera incógnita".
La firmeza con que se plante, las primeras medidas, los acompañantes elegidos, su generosidad o egoísmo político, la visión de futuro, los tiempos que marque y su grado de persuasión, dibujarán el contorno del país que quiere e imagina Kirchner.
Todos esperan que la Argentina no vuelva a perder una oportunidad.


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