Recostada sobre un valle fértil y con la cordillera de los Andes como telón de fondo, la localidad santacruceña de Los Antiguos invita a descubrir escenarios naturales que movilizan los cinco sentidos. Ubicada en la margen sur del lago Buenos Aires y a sólo tres kilómetros del límite con Chile ofrece delicias frutícolas y un interesante menú de opciones recreativas para toda la familia. Con bufanda, campera y borceguíes empieza la excursión por el sur de la Patagonia.
Según la tradición oral, el nombre de Los Antiguos derivaría del vocablo tehuelche "i keu kenk" o "i keu khon", cuyo significado sería "mis antepasados", como una invocación que los indígenas hacían a sus ancestros, que por las especiales condiciones climáticas elegían este lugar como sitio de reposo para disfrutar los últimos años de sus vidas. La leyenda se confirma cuando se conoce el lugar y se descubre que luego de unos días se hace difícil partir.
En el noroeste de Santa Cruz la actividad económica por excelencia es la frutihortícola. Por tal motivo, los establecimientos rurales afincados en la zona deleitan a los viajeros con productos de primera calidad y permiten conocer los procesos de manufactura de las frutas finas, entre las que se encuentran cerezas (conocida como la cereza dulce más austral del mundo), frutillas, frambuesas y otros cultivos provenientes de las huertas.
Luego de recorrer las pintorescas calles del pueblo, vale la pena emprender un paseo desde Los Antiguos a través de la ruta provincial N 43, para arribar a la estancia La Serena, un complejo turístico a orillas del lago Buenos Aires que además de ofrecer alojamiento organiza distintas excursiones de pesca deportiva.
Lengas y ñires
Otro de los lugares recomendables para visitar es el Monte Forestal Zeballos, al que se accede por la ruta provincial N 41, que a pesar de ser de ripio es muy atractiva por estar rodeada de paisajes inigualables.
Otro sitio recomendable es El Bosque, distante 60 kilómetros al sur de Los Antiguos. Sus casi novecientas hectáreas de lengas y ñires, junto con montañas (cuyos picos superan los 2.400 metros de altitud), ríos y lagunas, conjugan un escenario ideal para emprender circuitos de trekking.
Desde aquí también se puede visitar el pueblo de Hipólito Irigoyen (antes conocido como Lago Posadas). Aquí se destacan los lagos Posadas y Pueyrredón (conocidos por los pescadores por el buen pique) y el monte San Lorenzo (de más de 3.700 metros). Empalmando con la ruta nacional 40 es posible conocer también la Cueva de las Manos, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Los paisajes de la zona impactan profundamente a los viajeros que arriban al lugar por primera vez. La combinación del lago, la meseta y la cordillera dan vida a un fascinante marco natural, diferente al paisaje agreste de la Patagonia central.
Los Antiguos es, por excelencia, un lugar para los amantes de la pesca deportiva, ya que los cursos de agua cercanos, incluido el lago Buenos Aires, están poblados de percas, salmones y truchas arco iris y marrones.
Una de las atracciones más deslumbrantes de Los Antiguos es el lago Buenos Aires, el segundo espejo de agua dulce más grande de Sudamérica. Por ser de origen glaciario, su profundidad no ha podido ser calculada hasta el momento, siendo sus aguas navegables únicamente con buenas condiciones meteorológicas.
En la costa del lago se encuentra emplazado el Parque Municipal, que posee una laguna con una rica avifauna. Entre las especies que lo habitan se encuentran patos, bandurrias, cisnes y flamencos, constituyéndose en un ámbito ideal para los aficionados a los safaris fotográficos.
A pesar del escaso régimen de lluvias, el valle donde se encuentra Los Antiguos es fértil y generoso con aquellos que se dedican a cultivar la tierra. Con el esfuerzo del hombre, en cada primavera engalanan el paisaje las hermosas flores blancas de los cerezos y los frutos de damascos, frutillas y frambuesas, todas frutas finas de primera calidad que se exportan a diferentes países, especialmente europeos.
Los miradores próximos al pueblo ("Uendeunk" y "del río Jeinimeni") dejan observar con detenimiento las diferentes vistas de todo el valle y comprender que el trabajo del hombre puede transformar el paisaje patagónico para convertirlo en un oasis.