Esta aventura a caballo por tierras correntinas es una propuesta para jinetes experimentados que disfrutan galopando a rienda suelta por suelos arenosos y seguros, y que además los lleva a conocer cuatro estancias y a compartir la vida de los baqueanos. A ese placer se le agrega el desafío de cabalgar y atrapar la sortija al triple galope, una destreza tan difícil como fascinante que forma parte de la vida cotidiana de los gauchos correntinos.
Cuando los ríos Paraná y Uruguay aislaban la mesopotamia, se apelaba a un sistema de cuerdas, cadenas y animales de tiro para remolcar los barcos. Pero ahora que existen rutas y puentes, los bañados aún entorpecen las comunicaciones y los traslados, tanto que los embarques de ganado, y el cruce a nado de los novillos, arreados rebenque en mano, siguen siendo frecuentes.
Estas tareas muestran al hombre de campo correntino como un reflejo de lo natural y rudo del paisaje que lo rodea, conformado por mucha agua, montes impenetrables y pastizales infinitos. Hombres que siguen lidiando con un ecosistema complejo y agresivo y con tierras salvajes y anegadas donde habitan reptiles, aves y mamíferos acuáticos.
Comienza la aventura
La aventura comienza en la estancia La Rosita, a la que se llega por un camino de tierra flanqueado de bañados. En un casco típicamente correntino, rodeado de espaciosas galerías, aguarda el desayuno de bienvenida y la elección del caballo. La Rosita tiene una tropilla de más de 60, en su mayoría criollos, y de cruzas con razas como sangre pura y cuarto de milla.
Un baqueano llevando una tropilla de caballos de recambio sale primero para marcar el camino, que en gran parte sigue el antiguo trazado del Camino Real, que por un lado discurre entre esteros y bañados y por el otro junto al río Paraná. Actualmente sólo los lugareños transitan a caballo por este camino, ya que la ruta nacional 12 se convirtió en la principal vía de comunicación.
Los jinetes disfrutan del primer almuerzo a la sombra de un monte, desde el que se ve el horizonte infinito de la pampa correntina. La cabalgata de la tarde es por caminos vecinales, a través de los cuales se llega a la estancia La Amistad. La casona principal, de adobe y centenaria, mantiene el estilo colonial de su arquitectura original, más allá de las muchas ampliaciones que realizaron sus dueños.
El segundo día los jinetes cabalgan por el viejo camino que une Esquina y Goya, y que ahora es sencillamente un trazado que atraviesa campos privados en los que se crían búfalos.
Al llegar a Curuzú Cuatiá el grupo participa de un almuerzo campestre, y a la tarde se reanuda la marcha que los acerca al casco de la estancia Buena Vista, sobre una lomada. Esta casona colonial es de fines del siglo XIX, y la opción, luego de la cabalgata, es muy amplia: piscina, driving range de golf, pool, ping pong, fútbol, beach voley y por último la cena.
Al día siguiente, el tercero de esta aventura por tierras correntinas, se parte muy temprano hacia el norte, por un paisaje que se va tornando más agreste y salvaje. Por allí están los puestos que ofician de almacén para quienes recorren este camino a caballo, y que además son lugares de encuentro del gauchaje.
En las fiestas estos puestos se animan con la dulce música del chamamé, y los gauchos, que visten aperos brillantes que parecen de plata, pero que en realidad son pequeños espejos incrustados en el cuero, disputan carreras cuadreras y de sortijas.
Devotos del Gauchito Gil
Por allí también se honra al Gauchito Gil, un santito pagano oriundo de Mercedes al que se venera en toda la provincia y mucho más allá. A él se le dedican pequeños altares pintados de rojo, donde sus adoradores le piden protección y ayuda.
Esa tarde, luego de almorzar en uno de estos tradicionales puestos, el galope de los troperos sigue por caminos vecinales, bordeando bosques de pinos y eucaliptus, y pasando cerca del camino que llega hasta los insondables esteros del Iberá.
Después se visita Malvina, una comarca muy poblada allá por 1930, cuando la provincia de Corrientes era la gran productora de tabaco negro. En ese tiempo Malvina nucleaba gran parte de esa producción, que se enviaba para su procesamiento a la fábrica que la firma Particulares poseía en Goya, ciudad que tenía el raro privilegio de comercializar con su propia moneda: el Sol.
Ahora apenas hay en ese lugar un caserío, y la terminal de una línea de colectivos, El Gauchito Gil, que une con servicios regulares la localidad de Malvina con la ciudad de Esquina. Desde allí, atravesando pequeños médanos de arena se llega a la estancia La Teresita, cuyo casco fue un antiguo almacén en el que se acopiaba tabaco, y el lugar donde pasó su infancia Alicia Cometa de Landgraf, la coordinadora de esta cabalgata.
Bandidos rurales
Allí aún vive su familia, y se dice que el casco original fue muy protegido, tanto que dos serenos armados con fusiles, y un perro, cuidaban la casa de los asaltos de los "gauchos alzados", personajes ilegales que se refugiaban en los pastizales cercanos.
Las historias de Ilario Medina, uno de los últimos miembros de los guaycurúes, de estirpe guaraní, que participó de la guerra del Paraguay, y la de Tranquilino Martínez, quien crió 26 hijos, son anécdotas que forman parte de la historia del lugar.
Desde La Teresita se puede emprender una cabalgata de una hora hasta una lomada, sólo para ver, en el horizonte, el río Corrientes. Una bella cabalgata nocturna que es más bella si la noche es clara.
El último día un break tirado por dos mulas y un caballo marcan el camino final de los jinetes. Saliendo de la estancia se atraviesan grandes extensiones de aguas claras, hasta que el terreno se torna fangoso y el ecosistema cambia.
De regreso a la estancia, luego de un buen galope a través de los bañados, un vehículo lleva a los jinetes hasta Esquina, donde la cena de despedida es una velada a orillas del río.