En el mediodía ajetreado de Buenos Aires una pareja de holandeses se abraza en la porteña esquina de Corrientes y Esmeralda, allí donde una placa recuerda que el 11 de diciembre es el Día Nacional del Tango. No pueden creer que están en la ciudad de Carlos Gardel, y en esa calle que cobijó en las primeras décadas del siglo XX los reductos tangueros más famosos, antes del ensanche de 1936 que la convirtió en avenida.
Ellos son, de alguna manera, los que prueban que el tango se fugó de la ciudad y conquistó el mundo. Que el tango, hijo pródigo de los rioplatenses, simplemente se globalizó. Ahora el dos por cuatro se escucha con unción religiosa en países tan distantes como Japón y Noruega, y si bien Buenos Aires es mucho más que el tango, muchos visitantes llegan sólo por él. A ese pedacito de la avenida Corrientes, entre Esmeralda y Maipú, Leopoldo Marechal lo llamó "calle diurna y nocturna, calle sin sueño", y dijo que allí "se descubre la tristeza metafísica de Buenos Aires".
Y si algo le faltaba a la ciudad era un circuito que siguiera las huellas del Morocho del Abasto, un vacío que vino a llenar la Subsecretaría de Turismo porteña con la implementación del "Itinerario Carlos Gardel", un paseo gratuito que se realiza en ómnibus y acompañado por un guía.
El paseo comienza en la casa en la que vivió el cantor, en Jean Jaures 735, típica casa de construcción alargada a las que a principios del siglo XX les decían "casas chorizo". En ella Gardel vivió entre 1927 y 1933. Ya es Lugar Histórico Nacional y se proyecta instalar un Museo.
Cerca de allí se encuentra el Pasaje Carlos Gardel, una cortada entre las calles Anchorena y Jean Jaures, que atraviesa la plaza central del shopping Abasto. Los vecinos del barrio del Abasto inauguraron este pasaje el 1º de junio del año pasado, como un homenaje al zorzal criollo. En él se encuentra el bodegón-hotel Chanta Cuatro, en el que Gardel solía reunirse con sus amigos y cantar tangos y milongas.
Glorioso y engominado
Sobre la peatonal está el monumento al cantor, muchas placas de bronce y murales con temas tangueros. El monumento de bronce es obra del escultor Mariano Pajés, que la Asociación Amigos de la Academia Porteña del Lunfardo inauguró el 23 de marzo de 2001.
Un poco más allá, en Agüero y Humahuaca, está el bar O'Rondeman, que antes se llamó El Progreso, uno de los tantos que a comienzos del siglo pasado rodeaban el mercado del Abasto.
Los dueños del O'Rondeman, enamorados de la simpatía y la voz de Gardel, lo contrataron, allá por 1910, para amenizar sus veladas nocturnas.
El itinerario llega ahora hasta el legendario Mercado Central de Abasto, rodeado por la avenida Corrientes y las calles Anchorena, Agüero y Lavalle, símbolo del desarrollo mercantil de antaño, una iniciativa comercial de los hermanos Devoto que concretaron los ingenieros Taglioni.
Mítico Luna Park
Y desde allí hasta el mítico estadio Luna Park, en Corrientes y Bouchard, el lugar donde el 5 de febrero de 1936 el pueblo despidió a Gardel, tras el trágico accidente aéreo en Medellín, Colombia, ocurrido el 24 de junio del año anterior.
No podía faltar en este itinerario gardeliano la visita al café Tortoni, en la avenida de Mayo al 800, donde el cantor y sus guitarristas, los hermanos Barbieri, animaron en junio de 1927 la velada en la que se homenajeó a un grande: el actor Luigi Pirandello, cuya compañía actuaba en esos días en el teatro Odeón.
Actualmente, en el primer piso de ese edificio, conocido como Palacio Carlos Gardel, funciona la Academia Nacional del Tango, y en sus bodegas subterráneas campea el espíritu tanguero del morocho.
Otras huellas del zorzal se encuentran en la casa del Teatro, donde en una sala se exponen objetos personales del cantor, y en el Palais de Glace, edificio que se inauguró como pista de patinaje sobre hielo y que luego se habilitó como club social, donde en 1915 se bailaba tango.
El 11 de diciembre de ese año, día de su cumpleaños, Gardel se enfrentó con una patota de muchachos en la plaza Alvear y una bala, que nunca se extrajo, afectó uno de sus pulmones. Poco después Cadícamo compuso el tango "Palais de Glace", que recuerda al reducto donde nunca llegó a cantar.
Pero es en el Hipódromo de Palermo donde este itinerario alcanza su máxima emoción. En estas pistas Irineo Leguizamo ganó el 13 de diciembre de 1931 siete de las ocho carreras que disputó, y ese mismo día el jockey le envió un telegrama a su amigo, que estaba en París, dedicándole el triunfo. De esa profunda amistad, y con letra y música de Modesto Papavero, nace una de las mejores interpretaciones del cantor: "Por una cabeza".
En el cementerio del barrio porteño de Chacarita se encuentra el monumento-tumba. El lugar es masivamente visitado el 24 de junio de todos los años. Los fanáticos ponen un cigarrillo en su mano y un clavel en el ojal de su traje.
Para realizar el itinerario hay que llamar al teléfono (011) 4114-5794, o contactarse con el e-mail: [email protected]