| | Por la ciudad La fiesta que nunca fue
| Adrián Gerber / La Capital
Una de las máximas periodísticas dice que no es noticia "una buena noticia". Pero en un país que ha caído al precipicio, que estuvo al límite de quebrar la paz social, que perdió su autoestima y que sufre una crisis económica y política sin precedentes, de la cual ahora parece estar saliendo, los criterios periodísticos son más flexibles. Porque lo que sorprende, lo que causa espectacularidad, ya no es que una fábrica cierre, sino que abra; no es que crezca el índice de desempleo, sino que baje; no es que un funcionario robe, mienta o sea inepto, sino que sea honesto, sincero y eficiente; y no es que una obra pública quede inconclusa, sino que se termine. Por eso, la finalización de los trabajos del puente Rosario-Victoria y su habilitación al tránsito fue la gran noticia de la semana para la región, pero también la mejor, de lejos, en mucho tiempo. Seguramente no resolverá los principales problemas que tiene la ciudad, pero es -además de una vital conexión vial- una señal, una demostración de que se puede en medio de tantas opiniones escépticas que se difundieron en los últimos años sobre las posibilidades de concretar esta megaobra. Por eso, hay que destacar la historia de lucha que rodeó a este proyecto y el impacto que tendrá, de una u otra manera, en el desarrollo regional. Así, y por toda la significación que tenía para Rosario, nadie hubiera imaginado que la inauguración del puente iba a terminar en un formal y deslucido acto, del cual ni siquiera participó el presidente de la Nación, Eduardo Duhalde, quien a esa hora prefirió almorzar por televisión con Mirtha Legrand. Incluso, el gobernador santafesino, Carlos Reutemann, decidió asistir a la ceremonia recién a último momento y el propio intendente Hermes Binner sólo se limitó a acompañar el protocolo oficial. El acto encima estuvo lleno de desprolijidades: ex funcionarios e instituciones que fueron históricos impulsores del proyecto que ni siquiera fueron invitados. Tal fue el caso del ingeniero Gualberto Venesia, que finalmente decidió colarse para poder participar de la ceremonia. O el corte de cintas, del cual quedó marginado el intendente de Victoria, Jorge Valverde. En cambio, apareció inesperadamente allí para los flashes Alberto Hammerly (presidente de la Cámara de Diputados provincial y delfín de Reutemann), mientras todo el mundo se preguntaba qué hecho concreto había protagonizado a favor de esta obra. Algunosfuncionarios de segunda línea argumentaron que en medio de la devastadora inundación que sufre la ciudad de Santa Fe no era apropiado realizar festejos masivos. Pero, en realidad, no los hubo porque tanto Reutemann como Binner privilegiaron cuidar su imagen, sobreactuar un bajo perfil por el temor a que se los critique. Reutemann porque está golpeado políticamente y no está de humor, y Binner porque ya se mueve más como candidato a gobernador que como intendente. Por eso en Rosario, a diferencia de lo que ocurrió en Victoria, no se organizó una fiesta popular para acompañar la habilitación de la obra. Por eso no se convocó a la gente a la inauguración, se la marginó, cuando en numerosas ocasiones se la llamó para movilizarse en reclamo de la reactivación de este mismo emprendimiento. Justo el día que era para emocionarse, los políticos decidieron ser austeros en las emociones. Justo el día que la gente estaba alegre, los políticos pusieron cara de serios. Justo el día que se vivió una jornada histórica, los políticos quisieron que todo pase desapercibido. Después de 150 años y varias generaciones soñando con este puente, la ciudad tenía derecho a festejar. Y nadie bien intencionado podía sentir como una provocación que Rosario esté de fiesta cuando Santa Fe vive un drama. Y menos cuando de Rosario partieron y parten diariamente toneladas de donaciones hacia la capital provincial en una demostración clara de solidaridad. Y menos cuando de los contribuyentes de esta ciudad saldrá gran parte de los recursos para pagar los créditos que tome el Estado provincial y que serán destinados a la reconstrucción de Santa Fe. Pero no sólo no hubo fiesta, sino que al final de la jornada la mala noticia desplazó a la buena. El trágico choque que se produjo a la medianoche, con un muerto y dos heridos (uno grave), pusó una vez más sobre el tapete la imprudencia de los automovilistas. Y dejó además el interrogante sobre si fue acertada la decisión de habilitar la conexión sin cobrar peaje el primer día -lo que provocó un aluvión de autos- y sin haber terminado los trabajos -falta colocar guardarrails en toda la traza y no están en funcionamiento todos los postes de SOS-. El sueño está cumplido, pero el día inaugural estuvo lejos de brillar.
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