| | Editorial Profundizar la democracia
| Una de las ideas más extendidas entre los principales analistas políticos que fijan su mirada sobre la Argentina es la del grave desgaste que ha experimentado, desde aquel fundacional 30 de octubre de 1983, el concepto de democracia. Específicamente, se considera que la palabra que se presentó ante los oídos de la sociedad nacional como la panacea que la curaría de todos sus males ha sufrido un auténtico vaciamiento de contenido. Y entonces, hoy día su utilización produce una resonancia semejante a la de un silencio instalado en el corazón de todos los discursos. El hecho -sin dudas, preocupante- se relaciona con factores múltiples, aunque el principal lo sigue constituyendo la letal mezcla de ineficiencia y corrupción que signó a demasiados dirigentes. Sin embargo, el futuro entrega señales que permiten alentar una moderada cuota de optimismo. La recreación del pacto entre representantes y representados se erige como el punto clave. Las últimas elecciones dieron a entender con claridad, más allá de la notable fragmentación del voto, que la ciudadanía continúa confiando en el sistema. Pese a ello, el nivel de escepticismo sigue siendo alto: la gente espera respuestas urgentes a problemas cruelmente concretos. El presidente electo hizo pública días atrás su posición en favor de la realización de plebiscitos o consultas populares directas. Néstor Kirchner fue claro y aseguró que no vacilaría en requerir la opinión de los argentinos en temas cruciales como "reconversión productiva, proyectos educativos, funcionamiento institucional y reforma política". La idea debe ser rescatada como valiosa, más allá de que en teoría su aplicación parecería innecesaria. Es que la mediación establecida entre el poder real y la gente por intermedio de las instituciones de la democracia suele ser experimentada, en ocasiones, como una auténtica "máquina de impedir". Y entonces, la consulta directa contribuiría a que el pueblo asumiera su responsabilidad y fijara posición sobre aquellas cuestiones que hacen a su calidad de vida. Por ahora, todo es apenas un "desiderátum". Ojalá que la sana intención manifestada por el flamante jefe del Estado se convierta, en el futuro, en un saludable método para revitalizar la confianza de los argentinos en los mecanismos de la democracia.
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