| | Editorial El nuevo gabinete
| Ha sonado el disparo de largada. El presidente electo Néstor Kirchner anunció ayer quiénes serán los ministros que deberán enfrentar bajo su mando una de las situaciones más duras de que se tenga memoria en la Argentina y más allá de las lógicas polémicas que despertarán algunas designaciones puede sostenerse sin incurrir en un margen importante de error que el sentimiento predominante en la población es de esperanza. Aníbal Fernández, José Pampuro, Ginés González García, Roberto Lavagna, Julio De Vido, Alicia Kirchner, Rafael Bielsa, Gustavo Beliz, Daniel Filmus, Carlos Tomada, Alberto Fernández, Oscar Parrilli y Sergio Acevedo se harán cargo de la trascendente responsabilidad que significa integrar el gabinete nacional en este difícil momento histórico. Y pese a que la crisis aún golpea con rigor sobre las espaldas de la ciudadanía, el elemento a favor con que cada uno de ellos contará para dar la batalla que se avecina es que el país ha detenido su pronunciada caída y comenzado, aunque con lentitud, a remontar la cuesta. Existen dos elementos que contribuyen a arribar a una primera fase positiva de un análisis que en el futuro deberá extenderse y profundizarse: por un lado, la continuidad en su gestión de ministros clave; por el otro, la presencia de aportes que provienen de canteras ajenas. Lavagna y González García, cuyas gestiones han merecido elogios, podrán entonces proseguir con lineamientos que han probado su eficacia. En el caso concreto del ministro de Economía, su decisiva influencia en la gestión de Eduardo Duhalde se verá incluso reforzada a partir de su presencia simultánea al frente de la cartera de Producción. Además, Bielsa, Beliz, Filmus y Tomada no son hombres provenientes del riñón político kirchnerista y contribuyen por ende a darle al equipo un bienvenido tono de pluralismo. De todos ellos acaso sea el rosarino Bielsa quien deberá asumir los mayores riesgos, al verse obligado a conciliar tres frentes cuya compatibilidad no estará exenta de complejidades: Estados Unidos, Europa y el Mercosur. Una de las herencias más pesadas que dejó la crisis en los argentinos es la expansión del desánimo colectivo. Por tal razón resulta en extremo positivo que la reacción ante los primeros pasos de Néstor Kirchner diste de ser crítica: más bien, se percibe una mezcla de cautela y sana expectativa. Ojalá quienes tienen la función de conducir a la Nación en esta ardua coyuntura estén a la altura del desafío que los compromete.
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