El contacto con un animal, acariciarlo, darle de comer, hablarle, da una sensación de placer, tranquilidad y regocijo, que ayuda en el avance de los tratamientos de niños con capacidades diferentes, sean psicológicas o motrices. Ejemplo de ello es la experiencia del Hospital de Niños Pedro de Elizalde, de la ciudad de Buenos Aires, donde médicos ayudados por una perra de raza Labrador lograron que un niño con problemas severos para relacionarse con los demás, se conectara con el animal, con quien pronto comenzó a jugar. En sólo dos sesiones, con observación profesional, el animal logró lo que un médico no consiguió en año y medio.
En nuestra ciudad no se conocen experiencias de este tipo en centros de salud pública. En el ámbito privado, el Equipo 111, Centro Terapéutico para Niños, ubicado en Funes, trabaja con animales en el marco del tratamiento integral que ofrecen a niños autistas, psicóticos y con trastornos de personalidad. La institución, fundada en el •92, funciona como un centro de día, y su directora, la psicoanalista Marcela Errecondo, compartió su experiencia de trabajo con La Capital. "El contacto con animales mejora el estado de ánimo de los niños autistas, los tranquiliza. Por tratarse de niños retraídos, con dificultades para relacionarse, la mirada del otro les resulta inquietante, mientras que la de un perro o caballo les parece amigable", afirma.
Una compañía
"Ante el acercamiento del otro, los niños autistas se asustan y ponen distancia. Se sienten mortificados y están en constante alerta porque perciben a los demás como peligrosos. En cambio no le tienen miedo al animal, lo que hace que puedan disfrutar de su compañía. Pequeños que no hablan, pegan patadas y tiran del pelo, se suben al caballo y se sienten felices", contó la profesional.
En el centro de día, algunos niños se animan a subirse a un caballo y pasean solos, mientras que otros prefieren hacerlo desde tierra firme. Otros que tienen miedo de subirse al animal, sí se ocupan de peinarlo o darle de comer. "Cada uno se relaciona de forma diferente", aseguró.
Una de las características del perro o el caballo es que permite la proximidad. "Naturalmente el animal pone la distancia que los niños necesitan. Ante un grito, por ejemplo, se aleja. Si nosotros como profesionales podríamos regular la mirada, la voz, la demanda y ser dóciles, también recibiríamos la misma atención de parte del niño", agregó.
Errecondo aclaró que el objetivo primario es que "el niño se sienta mejor y luego buscamos que mejore la relación con los demás". En este sentido, agregó que el perro "a través del juego, el movimiento permanente, los lengüetazos, lo sacan del ensimismamiento y estimulan la conciencia del otro", agregó la especialista.
Abordaje diferente
La zooterapia no es una técnica de medicina alternativa, sino un abordaje diferente a nivel terapéutico, que no sólo reconforta a niños con trastornos emocionales y/o físicos, sino también a adultos enfermos. Los antiguos griegos ya creían que los perros podían sanar patologías y los tenían como coterapeutas en sus templos de curación.
El trabajo con animales domésticos tiene sus comienzos como base científica en el año 1792, en Inglaterra, donde el médico William Tuke, empleó perros para mejorar las condiciones de vida de los pacientes internados en manicomios.
Luego, en 1867, en Alemania, se utilizaron perros para el tratamiento de pacientes epilépticos. En 1944, la Cruz Roja, en Nueva York, utilizó canes en la rehabilitación de ex combatientes.
Mundialmente existen programas donde se utilizan perros con pacientes internados o ambulatorios, por considerar que estos animales aumentan los niveles de autoestima, colaborando en la recuperación.