Año CXXXVI
 Nº 49.846
Rosario,
lunes  19 de
mayo de 2003
Min 11º
Máx 14º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Una espera paciente ante lo que viene

Carmen Coiro

Carlos Menem renunció, el ballottage se abortó, pero con el vértigo con que los argentinos hemos estado acostumbrados, ambas noticias ya parecen lejanas, a sólo unas pocas horas de haber generado un cimbronazo que hizo temer por la estabilidad de las instituciones, y hoy ya son pasado: los focos están concentrados en el futuro inmediato.
Néstor Kirchner ya es presidente electo de los argentinos. En menos de una semana recibirá la banda presidencial, y a partir de entonces pondrá en funcionamiento el termómetro para medir el indicador más importante y crucial para su administración: el nivel de apoyo interno a su gestión.
Kirchner no llega con el 70 por ciento de los votos que le vaticinaban todos los pronósticos, pero sí lo hace con un fuerte aliento que la sociedad que no pudo apostar por él parece estar dedicándole en esta instancia. El presidente electo tiene una clara percepción de ese respaldo, que legitima un poco más la asunción recortada que le impuso Menem con su oprobioso renunciamiento.
La Argentina se estremeció por dos días, pero luego retomó el rumbo y hoy respira un impensado clima de tranquilidad.
En la gente abrigan algunas sensaciones que sólo se diferencian por leves matices: se dividen casi entre los que tienen esperanza de que el barco siga navegando hacia buen puerto, en manos que parecen ser suficientemente seguras, y quienes sienten que Kirchner continuará la gestión de Duhalde. No se cuentan por el momento demasiados elementos para avizorar el futuro, pero sí se respira un aire de serenidad.
Nadie espera sobresaltos en la administración que está por venir, al menos en los primeros meses de gracia. Muchos sectores de la sociedad fragmentada, en crisis, que aún sufre gravísimos males, han exhibido cautela, más que reclamos; tiempo de observación, más que cuestionamientos apresurados; disposición a la convergencia, más que al enfrentamiento.
De bajo perfil, el presidente electo se ha presentado más como un futuro gobernante preocupado por estudiar con detenimiento y prudencia sus próximos pasos, que como un político eufórico haciendo pie en el sueño de todos ellos: la Presidencia de la Nación.
El presidente Duhalde se va con el gusto para él y para los ciudadanos de haber cumplido la modesta, pero delicadísima misión que se impuso: aportó apaciguamiento en los ánimos ardientes de los argentinos acosados por la peor crisis política, económica y social que recuerdan.
Ricardo López Murphy aspira a convertirse en el líder de la oposición, pero le falta aún mucho camino por recorrer para alcanzar esa meta.
Elisa Carrió, la otra pata que surgió fortalecida en el espectro partidario de las elecciones, fluctúa entre el respaldo condicionado y la crítica más enérgica, y también le falta todavía encontrar su lugar porque está a la espera de los primeros pasos del futuro presidente.
Carlos Menem, abrumado y shockeado por el golpe más duro que sufrió en su carrera política, no sabe todavía si su gesto fue un suicidio, un intento de desestabilización o un paso al costado del que aspiraría a volver con un poco más de fuerza y tal vez, con sed de venganza hacia todos -tanto los de su entorno como sus enemigos- que se conjugaron en una rara alquimia para borrarlo de la escena, antes de permitir que lo hicieran los mismos electores. (DyN)


Diario La Capital todos los derechos reservados