 |  | Editorial La credibilidad periodística
 | Un reciente caso que afectó profundamente a uno de los diarios más prestigiosos del mundo, como es The New York Times, puede ser tomado como parámetro ilustrativo de los riesgos que la profesión periodística involucra y cuáles son los valores que deben protegerse inalienablemente si se pretende mantener intacta la credibilidad del público. Jayson Blair se desempeñaba como reportero en ese consagrado periódico estadounidense hasta que un equipo de investigación interno comprobó que el joven crédito -de apenas 27 años- había escrito la friolera de 38 artículos falsos. Entre otros procedimientos aberrantes, sus auditores demostraron que citaba a personas con las que nunca había hablado, describía lugares en los que jamás había estado y hasta plagió historias publicadas por otros medios gráficos. El manual completo de lo que no se puede ni debe hacer en materia periodística. El rol de la prensa en las sociedades democráticas consiste esencialmente en informar, con el máximo grado de rigor y objetividad posible. Por supuesto que la neutralidad es, en el mejor de los casos, un desiderátum; sin embargo, hacia él debe tenderse con el mayor de los esfuerzos en el terreno estrictamente informativo. Si se rompe el esencial presupuesto de que aquello que se lee, más allá de los inevitables matices ideológicos, es cierto, simplemente se produce un quiebre definitivo entre el medio de comunicación y sus consumidores. A pesar de la irreprochable tradición de The New York Times, sin dudas que el golpe sufrido lo afectará en su prestigio. Pero ningún medio está exento de tales abusos de confianza, y por ello deben extremarse las medidas de seguridad y optimizarse el sistema de filtros. En la Argentina, un peculiar y penoso proceso histórico signado por la desconfianza popular en las dirigencias ha colocado a los periodistas en un rol que naturalmente no les corresponde: el de supuestos depositarios de la integridad y de la verdad en medio de la generalizada decadencia de las instituciones y la corrupción o inoperancia de muchos de sus representantes. Si bien esa situación parece haber comenzado -con lentitud- a revertirse, sus coordenadas básicas todavía se mantienen. Ubicados en el papel de fiscales y simultáneamente defensores de la sociedad civil, muchos hombres de prensa corren el riesgo de olvidar su tarea primaria: informar. Ese camino tergiversa valores esenciales y corresponde evitarlo. Los riesgos del protagonismo personal, a veces vinculado con el estrellato, incluyen la más completa desnaturalización del trabajo periodístico.
| |
|
|
|
|
 |
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|