Un grupo de delincuentes copó antenoche un depósito de materiales y piezas de metal en barrio La República, dominó a dos vigiladores y se apoderó de una cantidad no determinada de mercadería. El atraco pareció estar planeado por profesionales por la forma en que se movieron y pusieron fuera de juego a los custodios, pero los elementos robados, entre ellos piezas de motores, válvulas y hasta planchuelas de acero inoxidable fueron cargados en un precario sulky tirado por un caballo.
Ocurrió en el corralón Ivanar, ubicado en Juan José Paso y Bolivia, alrededor de las 21 del jueves. En ese momento el único que estaba en el lugar era el vigilador Rogelio Barbato, de la empresa El Halcón. "Decidimos contratar seguridad privada por los constantes robos hormiga que sufrimos. Nos han robado infinidad de veces, aunque nunca pasó que agredieran a alguien", comentó Marcelo Villarruel, gerente del establecimiento.
El custodio, que vestía el uniforme con una campera azul impermeable, realizaba las tareas habituales como las recorridas de rutina por el inmenso predio, donde hay un enorme galpón y piezas de motores, volquetes, rollos de alambre y aberturas de aluminio.
El lugar, que tiene una vasta superficie a la intemperie, se presenta como muy vulnerable. La escasa luz artificial sumada a los objetos diseminados por todo el terreno, que sirven como escondites para cualquiera que aproveche la oscuridad, hacen que el sitio sea de fácil acceso.
A punta de pistola
Barbato fue sorprendido por tres hombres. Mientras caía una persistente llovizna, el custodio estaba en la puerta de la pequeña oficina que ocupa durante la noche. Los delincuentes lo encañonaron y enseguida le aplicaron un culatazo con el revólver en la cabeza. Después lo maniataron y encerraron en el baño de la dependencia. Fue en ese momento, y cuando los desconocidos estaban en plena faena llegó Atilio Vega, el vigilador que debía relevar justo a esa hora a Barbato.
Según relató Villarruel a La Capital, cuando los ladrones observaron que se acercaba el custodio de recambio, uno de ellos le sacó el camperón de nailon del uniforme y salió a recibir al recién llegado. "Qué tal, pasá. El otro muchacho no pudo venir y yo lo tuve que reemplazar", le anunció con cara de poker a Vega, haciéndose pasar por un compañero de trabajo. Vega no sospechó nada, pero enseguida fue dominado por el trío, que lo alojó junto a Barbato dentro del baño.
Villarruel contó que los ladrones subieron el material en un sulky. "Unos vecinos vieron cómo cargaban todo a través del cerco perimetral. Hicieron tanto alarde para después irse como cirujas", remarcó el gerente, que no pudo precisar el valor económico pero estimó que "fue una gran cantidad de elementos de bronce y acero inoxidable".
Minutos después, los vigiladores pudieron zafar de las ataduras y caminar hasta una estación de servicios cercana donde avisaron a la policía. "Con la brecha entre peso y dólar, metales que hace un tiempo no tenían tanto valor ahora aparecen con una cotización mucho más alta. Lo que nos roban a nosotros lo venden directamente como fierro y ganan buen dinero", comentó Villarruel.