Año CXXXVI
 Nº 49.844
Rosario,
sábado  17 de
mayo de 2003
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Por la ciudad
Los pactos de silencio gozan de buena salud

Adrián Gerber / La Capital

Toda la idea de mar está en una gota de agua (Baruch Spinoza). El escándalo que rodea a la unidad de diálisis del Hospital Centenario parece contener todos los vicios e irregularidades que se suelen ver en la salud pública, aunque nunca se había llegado a una tragedia como la sucedida. La muerte de seis pacientes por un contagio masivo de hepatitis B y de otros diez infectados es un hecho de enorme gravedad, que ahora la Justicia está investigando para saber si hubo negligencia, impericia o imprudencia por parte de los profesionales. Y si a esto se le suma que sobre esa misma área pesan serias denuncias por estafa a la administración pública (por una cifra que ronda los 250.000 pesos) el tema ya toma dimensiones alarmantes.
Hay que destacar que las máximas autoridades del Centenario como el propio ministro de Salud provincial, Fernando Bondesío, actuaron con cautela, pero con firmeza frente a esta tragedia. Pero lo llamativo, o no tanto, es el silencio en el que se sumergió el Colegio de Médicos, la Asociación Médica y el Sindicato de Médicos, siempre tan rápidos de reflejos para sacar comunicados de prensa en defensa de sus intereses sectoriales.
¿Es que nada tienen para decir de las seis muertes? Esta actitud no es sino otra manifestación del corporativismo de los médicos, que se traduce siempre en una defensa a ultranza de todo aquel o aquello que tenga que ver con la corporación.
¿Por qué es tal el hermetismo que rodea a esta profesión que muy pocas veces los pacientes conocen los errores que se cometen? Si no fuera así, si se los pudiera registrar y analizar sus causas, seguramente redundaría en el descenso de esas propias fallas médicas.
Cuando este diario preguntó a las autoridades del Colegio de Médicos de Rosario qué medida iban a adoptar frente a los sucesos del Centenario, la respuesta fue que el tema ni siquiera había sido analizado. Es decir, muy lejos de lo deseable: que sean los propios profesionales quienes exijan públicamente una investigación a fondo de los hechos.
Pero lo que ocurrió en el Centenario pone sobre el tapete un menú de situaciones irregulares que se dan en los hospitales públicos, tanto provinciales como municipales, según distintas fuentes de la salud consultadas por La Capital. Hechos en los que están involucrados médicos, y que, al menos, suponen faltas éticas importantes:
uLos que no cumplen ni siquiera mínimamente con la carga horaria, es decir atienden muchos menos pacientes de lo que deberían.
uLos que usan materiales e insumos del hospital público para sus consultorios o clínicas privadas.
uLos que derivan sus pacientes particulares al hospital público para que se les hagan estudios de alta complejidad, análisis y hasta cirugías, todo a costa del Estado.
uLos que usan al hospital público para juntar clientela para sus consultorios privados.
uLos que dejan recetas en blanco y firmadas para que los residentes las completen, cuando es el médico responsable del servicio el que debería atender al paciente si cumpliera con su carga horaria.
uLos que se llevan la historia clínica de los pacientes del hospital y nunca las devuelven.
uLos que someten a los pacientes a consultas o cirugías innecesarias (como por ejemplo cesáreas) sólo para que los residentes tengan la posibilidad de aprender y adquirir mayor experiencia.

Ante toda esta serie de irregularidades la corporación médica no dice nada, mira para otro lado. Algunos profesionales porque también se benefician de la situación y otros porque directamente no quieren tener problemas.
Pero se debe remarcar, subrayar y resaltar que con todas estas castas médicas que negocian y se enriquecen con el dolor humano, convive un multitud de profesionales dignos y honrados que trabajan en la salud pública. Son los que verdaderamente sostienen los hospitales, los que le profesan una fidelidad plena y los que se encargan de limpiar todo lo que ha ensuciado la maravillosa relación médico-paciente.
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