Bogotá. - Richard Johnson, un ejecutivo que ofrece seguros antisecuestro, recuerda cómo perdió a un cliente. Un desafortunado abonado de esta póliza estuvo cautivo en una finca cerca a la ciudad de Medellín, en el noroeste de Colombia, cuando la policía irrumpió en el lugar. "Muchas balas comenzaron a volar, los 12 secuestradores fueron asesinados y mi cliente murió", dijo Johnson, anticipando una conclusión simple. "Uno nunca quiere un operativo de rescate. Sólo pague el dinero y tenga a su cliente de vuelta", afirmó desde su oficina en Miami, sede de la aseguradora Seitlin Risk Management, de la cual es vicepresidente.
Este ejecutivo acababa de hablar con otro potencial cliente en Colombia, donde cerca de 3.000 personas son raptadas al año, de lejos la tasa de secuestros más alta en el mundo.
Las pólizas antisecuestros, un negocio conocido como K&R (por sus siglas en inglés de secuestro y rescate) cubren el dinero que potencialmente se le entrega a los criminales y los honorarios cobrados por consejeros especiales en la negociación. Los asesores, con honorarios de unos 2.000 dólares por día, suelen tener información en fuerzas de seguridad de EEUU o Gran Bretaña, y generalmente viajan desde esos países hacia la zona donde se encuentran los secuestrados.
Cuando los criminales se comunican por teléfono, radio o de forma escrita, el asesor no se contacta directamente con ellos, sino que avisa a un comité de crisis integrado por miembros de la familia o colegas. El comité nombra un negociador.
Generalmente se paga
"Es la capacidad de argumentar lo que da a los secuestradores la satisfacción de que han hecho una buena negociación y lo que probablemente prevenga a la familia o a la compañía de futuros secuestros", dice Peter Dobbs, vendedor de pólizas de la firma Asset Security Managers Ltd. "Una regla de hierro es que no se puede demostrar que el dinero es fácil de obtener", agrega este ex paracaidista del ejército británico. "En general, en cerca del 70 u 80% de los casos se pagan los rescates y en menos de un 5%, las víctimas mueren", sostiene.
El secuestro surgió en sus formas modernas en Argentina y Chile durante los años de 1970, pero alcanzó "proporciones industriales" en Colombia, donde rebeldes y delincuentes ganan cientos de millones de dólares por año según la organización holandesa Pax Christi. El negocio de K&R, que se desarrolló por primera vez como respuesta al secuestro del bebé del aviador estadounidense Charles Linderberg en 1932, se ha disparado por el aumento del crimen y la violencia.
Comprar un seguro antisecuestro en Colombia es ilegal, pero no que un colombiano esté asegurado en el exterior, un vacío legal que permite a Johnson admitir con tono alegre que tiene muchos clientes en este país. En esta nación, donde la calidad de los restaurantes elegantes se puede medir por la cantidad de guardaespaldas que tienen a sus alrededores a la espera de que sus jefes salgan, nadie admite ni aceptará tener un seguro de este tipo. "Tener un seguro es un secuestro seguro", dice un negociador colombiano de secuestros.
Uno de sus casos se complicó porque los captores supieron que había una póliza de por medio. "Llevaba (la víctima) ocho meses secuestrado. Se desesperó, comenzó a hablar y finalmente dijo: «Miren, tranquilos, no se desesperen que yo tengo un seguro». El desesperado se demoró entonces nueve meses más", reveló este hombre pequeño y bien vestido.
Presión psicológica
Rumores sobre filtraciones del negocio de las aseguradoras se conocieron en 1996, cuando la esposa del ex presidente de la firma alemana Basf fue secuestrada en Medellín y sus captores afirmaron que sabían que ella tenía una póliza antisecuestro por seis millones de dólares. Los rebeldes colombianos, a diferencia de secuestradores en otras partes del mundo, pueden mantener fácilmente a sus víctimas cautivas durante meses o años en las escarpadas y agrestes montañas y selvas de este país.
Conscientes de que los familiares extrañan a sus seres queridos y están impacientes por volver a verlos, los negociadores de la guerrilla se han vuelto expertos en aplicar la presión psicológica. "Cuando se producen las llamadas estas personas son muy agresivas, amenazan que la víctima está enferma, que se va a morir, que tiene una enfermedad terminal, que en un combate le pegaron un tiro, que por favor agilicen el proceso. Le dicen al secuestrado que la plata que él consiguió toda la vida trabajando la está gastando su señora, que acaba de conseguir un novio", agrega este hombre, cuyo peor caso fue el de un secuestrado al que ocultaron en una fosa durante cinco meses.
En 1993, el gobierno colombiano prohibió el pago de rescates, lo que generó una dura crítica de los familiares de las víctimas. Los seguros no son baratos y para citar un ejemplo, según Johnson, la póliza de cinco miembros de una familia que vive en Bogotá puede costar entre 9.000 y 12.000 dólares al año. (Reuters)