Carlos Melconian almorzaba con Carlos Menem y el titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, cuando las versiones sobre la renuncia del riojano a disputar el ballottage comenzaron a ganar la calle y, sobre todo, a los empresarios que lo esperaban en Rosario para participar del precoloquio de Idea. A primera hora de la tarde, la situación del aspirante a ministro de Economía del ex presidente, había entrado en la misma incógnita que la de su jefe. A sólo dos horas de su disertación en la Bolsa de Comercio de Rosario, los hombres de negocios se impacientaban cuando veían en las pantallas de televisión a uno de sus consultores estrella todavía en Buenos Aires. El titular del Banco Hipotecario y presidente del precoloquio, Miguel Kiguel, reaccionó rápido y puso su avión particular a disposición de Melconian para que llegara a tiempo. Poco después, este descendiente de armenios que en su juventud peleaba el mango vendiendo olivos en Pompeya y hoy se enoja cuando le recriminan haber sacado al exterior dos millones de dólares, encaró una breve entrevista con La Capital en el bar de la Bolsa, confundido todavía sobre sus posibilidades de ocupar Hacienda. -¿Qué opinión tiene de la política económica desarrollada hasta hoy? -Siempre dije que este programa económico no nos conducía a la catástrofe: evitó la hiperinflación, una implosión social, encontró un piso en el nivel de actividad y generó una reactivación muy concentrada en una parte del producto. Pero cumplió hasta allí. -¿Qué herramientas utilizaría para modificar esta situación? -Habrá que ver todo en un contexto integral. Tenemos un esquema de prioridades, que el día que me toque, por alguna circunstancia, ser ministro de Economía, se llevarán a la práctica. Al calor del culebrón protagonizado por Menem, con la incertidumbre sobre su postulación a la segunda vuelta, cada definición de Melconian parecía quedar vieja. Ocho meses atrás, el economista viajó a La Rioja, convocado por el ex presidente para participar del operativo de "renovación de imagen". Desde entonces se reunieron casi semanalmente para armar un programa. Dos días antes de las elecciones del 27 de abril, en un golpe de timón, le ofreció la cartera económica. "Lamentablemente voy a tener que hablar e irme", se atajó antes de arrancar su disertación en el auditorio de la Bolsa. Apurado, repasó rápidamente sus críticas a la actual gestión y alcanzó a dejar algunos lineamientos económicos que debería seguir el próximo presidente, aclarando que sus consejos iban "más allá" de la elección. Un poco más se explayó sobre las críticas que recibió respecto de los fondos que depositó en el exterior y las presuntas irregularidades en su declaración jurada. Se quejó porque "las declaraciones juradas deberían entregarse en un sobre lacrado para evitar que se hagan un picnic los periodistas progres". Por supuesto, el lamento conmovió a los empresarios del establishment, que cubrió su retirada del recinto con un fuerte y prolongado aplauso. El economista Enrique Szewach, que oficiaba de mediador del panel, llenó el espacio vacío. "Se fue porque parece que lo llamó Kirchner", chacoteó. El avión privado de Kiguel lo esperaba en Fisherton y la decisión de Menem en Buenos Aires.
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