"Lo perdimos todo", es la frase que una y otra vez repiten los ciudadanos de Santa Fe ante la catástrofe sin precedentes. El agua arrasó con sus bienes materiales y objetos más preciados. Incluso la corriente llegó a destruir casas y, en el peor de los casos, terminar con la vida de seres queridos. A pesar del dolor que conlleva este desastre, para la psiquiatra y psicoanalista Marité Colovini "no está todo perdido". Para ella subsiste "la memoria y la palabra de cada uno de los afectados, que sirve de puntapié para empezar a reconstruir una historia que quedó bajo el agua".
Colovini es la directora general del Guidec (Grupo Universitario Interdisciplinario de Intervención en Desastres, Emergencias y Crisis), que depende de la Universidad Nacional de Rosario.
El grupo fue convocado por el gremio docente para asistir psicológicamente a los inundados (ver aparte). Para ello cuenta con un equipo asistencial, conformado por psicólogos y psiquiatras, que periódicamente viaja a la ciudad capital de la provincia para asistir a los docentes afectados y sus familiares.
Uno de los miembros del grupo, el psicólogo Nicolás Vallejo, explicó a La Capital de qué modo intervienen para salvaguardar la salud mental de los afectados por la catástrofe.
"Ayudamos a las personas a que encuentren las palabras para relatar lo ocurrido. De este modo pueden empezar a salir del efecto traumático que les causó el desastre", dijo.
Efecto traumático
El efecto traumático es el primer daño psicológico que produce un desastre de estas características. Algo que llega, irrumpe sorpresivamente y desde afuera, y deja a las personas sin respuestas. Al respecto Colovini agregó: "no pretendemos que nieguen la pérdida, sino que la acepten, y hagan algo con ese vacío que les quedó".
"La memoria es el recurso al que apelamos. El recuerdo de los objetos perdidos por la inundación, que encierran un valor simbólico, es lo que todavía queda de los mismos. Mientras que en cuanto a la pérdida de personas queridas, intentamos acompañar al afectado para que transite su duelo y no se muera psíquicamente con ese ser que ya no está", explicó Colovini.
Para este trabajo, el Guidec recibió un pedido del gremio docente (Amsafé), para trabajar con la población de maestros autoevacuados, que son aproximadamente 600. Es decir, aquellos a los que se les inundó la casa y están viviendo transitoriamente en la de algún familiar, amigo o conocido. El censo de los autoevacuados demora más tiempo porque están distribuidos en distintos lugares.
De esta manera, este equipo alivia el trabajo que está llevando a cabo el comité de crisis en salud mental conformado por profesionales del Ministerio de Salud y los colegios de psicólogos de Rosario y Santa Fe, que tienen a su cargo la atención de toda la población afectada.
Para la tarea, el Guidec delineó una estrategia de trabajo junto a seis docentes de Amsafé que también integran el grupo. En primer lugar, armaron un mapa dividido en zonas, donde se localizó a cada agremiado autoevacuado. Luego, se buscó un sitio cercano adonde pudieran concurrir. Así los autoevacuados fueron convocados a escuelas, locales de organizaciones y facultades, no sólo para recibir contención sino también para reencontrarse con sus compañeros de tareas que no veían hace días. "A través de esta convocatoria intentamos rearmar los lazos sociales que también fueron afectados por el desastre. Al mismo tiempo iniciamos un trabajo de simbolización para que puedan volver a tejer el hilo de las historias", explicó Colovini.
Falta la prevención
Las etapas de un plan para enfrentar un desastre abordan desde la prevención, y siguen con la advertencia, impacto y post-impacto y reconstrucción. "En Argentina empezamos desde el impacto, aunque esperamos que nuestro trabajo y el de nuestros colegas sirva para estar preparados ante una situación parecida".
La intención de los profesionales que integran el Guidec es que el grupo de docentes al que asisten "incorpore herramientas que les permitan ayudar a otros", manifestó finalmente Colovini.