José M. Petunchi / La Capital
Después de haberle ganado trabajosa pero merecidamente a Huracán, Central encaró el partido ante Arsenal sabiendo que del resultado de ese partido y del que debe afrontar ante Talleres (podría ir el jueves 22 o el viernes 23) dependía en buena manera su futuro inmediato. Es que en caso de que hubiera ganado el sábado y de lograr un buen resultado ante Talleres -hasta un empate le vendría bien en ese caso- hubiese podido empezar a olvidarse del descenso y la promoción para poder plantearse otros objetivos, como clasificar a alguna de las copas internacionales (hoy está accediendo a la Sudamericana). Sin embargo, nada de eso sucedió. Le salió todo al revés y lo que aparecía como una noche ideal para seguir engrosando el promedio terminó transformándose en un motivo de preocupación, matizado por el desencanto que provocó un equipo que, aún siendo superior, nunca encontró los caminos para vulnerar a un ordenado, limitado y por momentos exasperante rival, al que sólo le importó hacer su negocio: llevarse un punto de Arroyito. Una situación que era conocida por todos, por otra parte. Logró su cometido, aunque para eso contó con la involuntaria complicidad de Central, al que le faltó inteligencia para encontrar los caminos que conducían al arco defendido por Limia. Porque chocó más de lo que pensó. Encima como para redondear un fin de semana poco propicio, los resultados de los demás equipos que pelean en la zona caliente del descenso no favorecieron en su mayoría a los canallas. Con este panorama, y sin que esto empañe el buen Clausura que están realizando, ahora los dirigidos por Russo viajarán a Córdoba en busca de los tres puntos ante Talleres -rival directo en la lucha por la permanencia-, como para afrontar la última parte del torneo con un poco más de aire y tranquilidad. Esta necesidad choca, sin embargo, con una realidad incontrastable, Central no está jugando bien en los últimos partidos. Está lejos del equipo avasallante de comienzos del torneo, aunque esto no parece guardar similitudes con lo que sucedió en el Apertura. El último encuentro en el que los auriazules no dejaron margen para la duda fue en la 9ª fecha ante Chacarita. Antes no habían podido con un pálido Colón, y después llegaron el traspié ante River, la victoria trabajosa ante Huracán -uno de los partidos que tenía que ganar- y el opaco empate frente a Arsenal, que entregaron algunos síntomas de preocupación. Datos de la realidad que al técnico, un obsesivo de los números y los detalles, seguramente no se le debe haber pasado por alto. Pero al margen de esto, Central sigue dependiendo de Central y, mientras eso sea así, es una enorme tranquilidad.
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