"Con esta caja (de alimentos) creo que mi mujer y yo nos vamos a arreglar una semana". El testimonio de Aníbal Santiago Gioria (63) fue registrado la tarde de ayer por La Capital en uno de los siete centros de distribución que durante el fin de semana proveyeron de una caja con alimentos básicos a miles de autoevacuados en la ciudad de Santa Fe.
Este diario recorrió en la tarde de ayer la unidad descentralizada de la Secretaría de Promoción Comunitaria en la esquina de Facundo Zuviría y Llerena, en la zona norte de la ciudad, donde se extendía una extensa cola que había comenzado a formarse antes de las 6 de la mañana. Hasta esa hora habían sido atendidas, sólo en ese centro de distribución, unas 600 personas, según calcularon en números gruesos las asistentes sociales que tomaban los datos de la gente.
La asistencia alimentaria a las personas autoevacuadas -quienes abandonaron sus hogares por sus propios medios- se reanudó anteayer a cargo del Ejército mediante un nuevo sistema de distribución por orden alfabético a lo largo de tres jornadas. Esta primera tanda de entregas se extenderá hasta hoy con la entrega de cajas a las personas cuyos apellidos comienzan con las letras N hasta la Z.
La titular de Promoción Comunitaria, Adriana Cavuto, dijo anoche que el sábado se habían entregado más de 5.500 cajas de alimentos y que, si bien no contaba todavía con los datos definitivos de la jornada, estimaba que ayer esa cifra habría sido superior. La funcionaria recordó que la asistencia estará garantizada al menos durante 60 días, sin interrupciones, con una frecuencia de entregas semanales. Y aunque no puso asegurar cuándo empieza la segunda entrega, aseguró que "será más ágil porque los beneficiarios ya van a recibir sus cuponeras identificatorias".
"Necesitamos ayuda"
Aníbal Gioria llegó ayer a las 9 y se fue con su caja a las 15.30. "La verdad, no me puedo quejar porque me atendieron bien", comenta mientras accede gustoso a la entrevista a pesar de la agotadora espera. Carga en sus manos la caja que acaban de entregarle las asistentes sociales con paquetes de fideos, yerba, polenta, arroz, leche en polvo, harina, una cajita de puré de tomates y una botella plástica de aceite.
Aníbal tenía taller de herrería junto a su casa del barrio Villa Hipódromo, una de las primeras zonas que barrió el agua del Salado en el norte de la ciudad. Cuenta que luego de evacuar a su esposa en la casa de un hijo permaneció desde el martes 29 de abril diez noches seguidas en vela sobre el techo por miedo a los robos. "Recién pude bajar a dormir el viernes pasado", asegura con una hilo de voz y los ojos enrojecidos por la fatiga y la desazón.
"Luché 42 años para tener lo poco que tenía y en 20 minutos lo perdí todo", relata mientras contiene las lágrimas. Y enseguida se interroga a modo de súplica: "¿Quién me va a ayudar ahora? La verdad no me lo explico. Esta es la primera ayuda que recibo", dice mientras exhibe el cupón con el cual deberá volver a retirar la próxima entrega de alimentos "dentro de una semana o diez días. Acá me dijeron que tengo que escuchar la radio para enterarme".
Gioria se muestra esperanzado en que llegue alguna solución del gobierno, "como ayer dijo el gobernador con la posibilidad de alguna indemnización" o subsidio. "Yo la necesito porque solo no voy a poder salir a flote. Perdí mi taller y ahora en mi casa voy a tener que voltear (sic) todo el revoque y recién dentro de siete u ocho meses voy a poder volver a revocar. ¿Mientras tanto de dónde sacó el dinero?", se pregunta al tiempo que se despide con un cálido apretón de manos y parte rumbo a su devastada casa de Villa Hipódromo.