Mauricio Maronna / La Capital
El inmenso tablero de ajedrez ubicado en el living del domicilio del presidente Eduardo Duhalde, en Lomas de Zamora, logra llamar la atención de quienes no son habitués. A pocos días de conseguir un objetivo que parecía imposible (ver aplastado en las urnas a Carlos Menem), el jefe del Estado paladea el dulce momento de tener que enrostrarles a sus íntimos una teoría que lucubra desde allá lejos y hace tiempo pero que la práctica se había encargado de demoler: "Para hacer política a lo grande hay que saber jugar con todas las piezas". Todo parece indicar que se viene el jaque mate. "Menem está asustado y no se va a presentar al ballottage", descerrajó ayer mismo Duhalde, dejando definitivamente atrás el miedo escénico que le generaba el aura de imbatible del ex presidente. La madre de todas las partidas fueron los congresos que borraron del tablero las internas justicialistas. Una disputa que, de haberse producido, hubiese instalado como candidato presidencial del peronismo al riojano, dueño del voto duro dentro de la poderosa nomenklatura partidaria. La barrera del aparato bonaerense en Lanús les impidió al menemismo, al delasotismo y al reutemismo (entre otros ismos) dirimir en una compulsa quién sería el jefe detrás del cual se alinearían los referentes de peso. Los peones y los caballos le bastaron a Duhalde para que su candidato, Néstor Kirchner, ingresara al ballottage pese a la pobre performance general. La dispersión del voto no menemista permitió que la primera y la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires (donde acampa el duhaldismo profundo), más los sufragios residuales de otros distritos, hicieran ingresar al sureño a la segunda vuelta. Una instancia donde la resistencia visceral que despierta el riojano entre los independientes de la diezmada clase media, y el consuetudinario pragmatismo peronista, están a punto de demostrar que el rey, finalmente, está desnudo. Kirchner, sindicado no hace muchos meses atrás por los duhaldistas de paladar negro como "un centroizquierdista con perfil más frepasista que peronista", es hoy el alfil que, según todas las encuestas, le dará el corte final al invicto de Menem. "No se confundan, Lupín, y no Duhalde, será la dama que terminará con el rey. Y después, a rey muerto, rey puesto...", se ilusionan los pocos kirchneristas de la primera hora que, en Rosario, abrazan la estrategia del santacruceño. Esa, seguramente, será la pelea que sobrevendrá tras una convenida tregua entre unos y otros. "Ahora lo primero es batir al enemigo", coinciden en destacar desde el laboratorio de Olivos y en las usinas que comenzó a construir el patagónico. ¿Y Menem qué? La pregunta es clave y sustanciosa para definir el cuadro de situación. Tras el pésimo tercer tiempo del domingo 27 en el hotel Presidente (donde la reaparición de oscuros y sinuosos personajes le impidió capitalizar el triunfo), el conejo de la galera que los analistas políticos esperaban sigue sin aparecer. Pero a no confundir: a la mayoría de los electores predispuestos a votar por el candidato oficialista no los une el amor sino el odio antimenemista, ahora tan de moda. La sociedad no libró cheques en blanco hace dos semanas, pero tampoco los otorgará el próximo domingo. "Los muertos que vos matáis gozan de buena salud", se encarga de repetir Menem como un mantra, aun cuando siguen vigentes los rumores sobre una posible declinación a competir en la batalla final. Si retira su postulación, el panorama institucional sufriría un durísimo golpe: habría un presidente legitimado solamente con el 20% de los sufragios. Como contrapartida, las urnas podrían consagrar a Kirchner con mayor porcentaje de votos que los alcanzados por Menem en 1995. Atento a que se trata del gran animal político de la posdictadura, en cada uno de los movimientos del ex jefe del Estado debe leerse un intento para pegar el salto final. Aunque todo hace prever que el 18 de mayo las campanas doblarán hacia el sur. Ojalá sea la imprescindible cuota de oxígeno y de aire puro que la sociedad necesita imperiosamente respirar. De la debilidad intrínseca de Kirchner pueden aparecer potencialidades que modifiquen el vínculo roto entre política y sociedad, además de esmerilar el poderío de los aparatos. Habrá que observar si es a lo que apuesta el candidato. Y, en ese caso, si el duhaldismo lo deja. Argentina empieza a vivir desde hoy una semana que será histórica, sea quien fuere el que se calce la banda y tome el bastón presidencial.
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