Año CXXXVI
 Nº 49.838
Rosario,
domingo  11 de
mayo de 2003
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El viaje del lector
Córdoba: Las sierras conducen hacia La Falda

Liliana Morre de Masía

No sé verdaderamente el por qué -ya que todos los lugares de Córdoba tienen una belleza singular- me gusta tanto La Falda. Quizás será porque me trae recuerdos de paseos de la niñez y de viejos viajes de estudio. Me resulta un lugar con un clima excepcional, proporcionado por la altitud. Cualquier turista tiene a mano un montón de opciones para hacer que sus días sean siempre divertidos, aunque esté lloviendo.
En cuanto a las visitas a museos, es atrapante la de los ferrocarriles en miniatura. En una hermosa finca familiar, en los alrededores de la ciudad serrana, un ciudadano alemán fue formando con infinita paciencia, con el paso de los años, una colección magnífica de autos y otros objetos antiguos, entre los que se destaca todo lo concerniente a móviles de ferrocarril y una variedad de elementos para maquetería.
Existen armadas varias maquetas, pero en una sala especial y principal hay una realmente gigantesca, cuyo accionar se pone en marcha cada hora y se puede vivir un completo espectáculo donde el relato de fondo va informando sobre la evolución de los ferrocarriles en el mundo.
Los grandes quedamos extasiados y admirados y los chicos maravillados, especialmente los nuestros, Juan Pablo e Ignacio, que junto al papá pasan horas armando maquetas.

Patrimonio arqueológico
Otra opción es el Museo Ambato, donde se pueden apreciar obras de importancia arqueológica de la zona y también de otros sitios del país. Es sumamente instructivo recorrer en orden sus vitrinas y sus salas, que tienen la magia de retrotraernos a la antigüedad de nuestras tierras, épocas en que los aborígenes eran los verdaderos dueños del lugar.
Sobre la ruta se halla el Museo del Viejo Minero, donde hay una gran exposición de todo tipo de minerales, con muestras realmente significativas por su tamaño. Quien en el momento de nuestra visita oficiaba de guía, tuvo una paciencia especial para los chicos, ya que al verlos tan interesados sobrepasó sus expectativas y curiosidad con adaptadas explicaciones y luego les obsequió pequeñas muestras minerales, exclusivamente preparadas para los turistas, y hasta un cuadernillo con entretenimientos temáticos.

Visita al Edén
Un sentimiento de ambigüedad se siente en la mente y en el alma al visitar el viejo Hotel Edén, enclavado justamente al final de la avenida homónima remontando ya el cerro que se extiende al este de la ciudad.
Tiene un diseño excepcional de sus parques y jardines que rodean a la gran mansión, con senderos que invitan a caminar bajo la frondosidad y la frescura serrana. La construcción ha sido y es realmente bellísima, sólo que el tiempo se ocupó de impregnar sus rastros de deterioro en las paredes y el vapuleo administrativo e institucional contribuyó a su desmerecimiento general. Por suerte hoy pertenece a la Municipalidad de La Falda y se irá restaurando de a poco para que como museo muestre esplendores de épocas de fin de siglo XIX y comienzos del XX.
Sería sumamente valioso e interesante que pudieran recuperarse los muebles y vajilla, adornos y elementos auténticos que fueron yéndose a manos de nuevos dueños que simplemente los tomaron en medio del descuido. Innumerables son los personajes ilustres que apreciaban sus cualidades y disfrutaban del descanso en ese lugar paradisíaco, como lo indica su nombre.

Paseos junto al arroyo
De más está contar lo entusiastas que resultan las aventuras de ascenso en la serranía, especialmente las pedestres, tratando de llegar a la cima del cerro Banderita, acompañados por un arroyito que más bien es un hilo de agua cantarina, sorteando cantidades de piedras de regular tamaño, esquivando arbustos y ramas de árboles y deleitándonos con la suave nevisca en forma de "garrotillo" que nos acariciaba y provocaba una sensación novedosa.
Los paisajes parecen agigantarse si a bordo de un vehículo se decide transitar el camino denominado El Cuadrado, que se contorsiona por las serranías como una serpiente, regalándonos a su vera hermosas vistas llenas de profundidad, de flores silvestres, y de alguna manada de cabritos.
Y aún hay mucho más por decir de La Falda. Sólo tendremos que tener la suerte de poder volver.


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