Si bien la historia formal indica que nació el 3 de mayo de 1902, por un decreto fundacional del entonces presidente Julio A. Roca, Bariloche comenzó a construirse antes, con el poblamiento de indígenas primero y de blancos después, venidos de Chile y de las latitudes más remotas del planeta.
En el documentado y entretenido relato realizado por Helena Aizen y Claudio Tam Muro para el Museo de la Patagonia, la memoria se remonta al poblamiento del nacimiento del río Limay, en la costa este del lago Nahuel Huapi y a unos 30 kilómetros al norte de donde crecería la ciudad.
Allí, en plena meseta patagónica, vivían las familias de los caciques mapuches Antemil, Loncón y Antonio Millaqueo; en tanto que los primeros pobladores blancos de lo que hoy es el casco urbano, fueron Nasario Lefipán y su esposa Carmelita Quidulef, provenientes de Chile.
Bastante después, a fines del siglo XIX y principios del XX, fueron llegando a la zona inmigrantes de tierras más lejanas: desde Estados Unidos, llegó Jarred Jones para instalarse en las cercanías del Limay; desde Alemania, José Tauschek, Jorge Huber y Carlos Whiederholdt; y desde España, Fermín Salaberry y Manuel Domínguez Jones.
Primer barco del Nahuel Huapi
En 1895 Whiederholdt fundó una casa de comercio, "La Alemana", justo donde hoy está el Centro Cívico, y además construyó en Chile el primer barco que navegó el Nahuel Huapi, el vapor Cóndor.
En 1902, el decreto de Roca creaba primero la Colonia Agrícola Nahuel Huapi, en el perímetro del lago, y luego el pueblo, que recibió su nombre de una simbiosis entre la identidad de Carlos Whiederholdt y un grupo de pobladores mapuches de la frontera denominados "vuriloches".
En 1917, a partir de la distribución de lotes y de la adquisición de "La Alemana" por parte de la Compañía Chile-Argentina -que llegó a explotar 514.000 hectáreas de los mejores campos de Neuquén y Río Negro- Bariloche conoció su despegue agroindustrial.
Al frente de todo estaba Primo Capraro, un inmigrante italiano que, entre otros emprendimientos, para los que prácticamente trabajaban los 1.500 habitantes del pueblo, manejaba un aserradero que fabricaba la casi totalidad de las viviendas de Bariloche.
Al crecimiento propio se le sumó por los años 20 la visión de figuras nacionales como Exequiel Ramos Mexía, ministro de los gobiernos del general Roca, Figueroa Alcorta y de Roque Sáenz Peña, quien promovió como nadie el desarrollo del sur.
De su infatigable bregar llegó el tren a Bariloche en 1934, reforzando su pujanza, atrayendo a nuevos pobladores y también a los primeros turistas. Por entonces ya existían tres hoteles que se disputaban a los pasajeros que llegaban -después de un viaje largo y agotador- en carros o los primeros automóviles, y en el moderno ferrocarril.
En 1921 aterrizó el primer avión en la estancia El Cóndor, a 40 kilómetros al oeste del pueblo, que trajo a bordo a Jorge Newbery.
También de aquella época data la huella visionaria del perito Francisco Pascasio Moreno, aventurero que exploró toda la Patagonia al servicio del gobierno nacional, en pago de lo cual recibió 25 leguas de bosques, ríos y montañas, que devolvió al Estado para la creación de la primera reserva natural del país. Así, el 8 de abril de 1922, el presidente Hipólito Irigoyen creó el Parque Nacional del Sur, ampliando el predio donado por Moreno a 750.000 hectáreas.
En el parque se prohibía el corte de árboles, la matanza de animales silvestres, la alteración de las corrientes de aguas y se establecía que no podrían hacerse concesiones para explotación industrial. El ingeniero santafesino, Emilio Frey, fue su primer director.
El desarrollo del turismo, íntimamente vinculado a sus recursos naturales, fue el motor de crecimiento de Bariloche a partir de entonces.
La primera forma de organización política fue una Comisión de Fomento que también presidía Frey, que con los años se transformó en una intendencia comunal y luego sumó un Concejo Deliberante.
Chocolate en barra
La oferta instalada de hotelería trepó a las 18.000 camas, desarrollo al que acompañó el surgimiento de una poderosa industria gastronómica, con los chocolates, la repostería y los productos regionales, como sus puntos más fuertes.
Antes de la devaluación de enero de 2001, Bariloche tenía un producto bruto interno de 1.300 millones de dólares, para una población de alrededor de 90.000 habitantes.
El año pasado, en el marco de una crisis política y económica sin precedentes, Bariloche celebró su centenario con un balance con muchos aspectos pendientes, pero consciente de su rol de portal de entrada a la Patagonia.