Gabriela Zinna / La Capital
"No me esfumé. No sé cómo me sacaron. No recuerdo como salí, pero tengo claro que no me esfumé. Jamás haría una cosa así. Soy una persona normal a la que le están pasando cosas anormales". La explicación la da Susana Abalo, la militante cristiana que el 24 de abril pasado conmocionó a la ciudad cuando desapareció de la Facultad de Derecho y recién fue hallada casi 30 horas después en Bell Ville, con lesiones en el rostro y en el cuerpo. En una entrevista con La Capital, la estudiante de abogacía dice que abandonará transitoriamente la carrera y que se irá del país por un tiempo. Abalo es madre de cinco hijos y abuela de siete nietos. Vive en una casa humilde de la zona oeste de la ciudad con su compañero, Eduardo Brunetti. En julio pasado comenzó a recibir amenazas, pero la primera agresión se registró el 21 de agosto, cuando fue víctima de una golpiza. En octubre volvió a ser atacada en el baño de Derecho y en diciembre -a pesar de contar con custodia personal- explotó una bomba de estruendo en el dormitorio de su casa. En marzo, la oficial auxiliar de la policía provincial, Claudia Beatriz Mendoza, fue detenida, acusada de ser la autora de las agresiones. Si bien recuperó la libertad, continúa procesada. El 24 de abril pasado, alrededor de las 17, Abalo se encontraba en la Facultad de Derecho. En ese momento su custodio, Ciriaco Cantero, se alejó de su puesto y la mujer desapareció. Se desconoció su paradero durante casi 30 horas y fue hallada en la localidad cordobesa Bell Ville, con un corte y una quemadura en el rostro, lesiones en el cuerpo y otras quemaduras en la espalda. "En una de las notas de La Capital se dijo que «Susana Abalo se esfumó». Ahí hay una intencionalidad que tiene que ver con la voluntad. Yo no me esfumé. No sé cómo me sacaron. No recuerdo como salí, pero tengo claro que no me esfumé. Jamás haría una cosa así. Tengo familia. Soy una persona normal a la que le están pasando cosas anormales. -Circularon muchas hipótesis tanto en la Justicia como en la policía en torno a su desaparición. -Tratan de instalar en la sociedad la desconfianza hacia mí y hacia lo que pasó. No tienen el más mínimo respeto por una persona que fue maltratada como lo he sido yo. Pido que respeten a alguien que fue privada de su libertad, que fue torturada y que fue golpeada bestialmente por todo el cuerpo. Primero trataron de instalar la idea del autosecuestro. Ahora que los peritos dicen que las heridas fueron hechas por un tercero, pretenden hacer creer que hay un cómplice al que le pido que me golpee y me lastime porque me gusta salir en la tele o en el diario. ¿A mí me tienen que hacer una pericia forense psiquiátrica? Creo que tendrían que hacérsela a algunos funcionarios. -¿A quiénes? -No voy a dar nombres. Soy una ciudadana común, simple y encima pobre, lo que me da muchas menos posibilidades de enfrentar el poder y en este caso a quienes nombraría serían funcionarios que tienen el poder en sus manos. Yo diría que tienen hasta mi futuro en sus manos. -¿Qué recuerda de lo que le ocurrió el 24 de abril? -Lo peor de todo es que no puedo recordar el principio del traslado y prácticamente recuerdo muy poco. Los peritos me preguntaron si alguna vez tuve amnesia parcial, pero nunca me había pasado una cosa así. Ellos creen que podría ser por un trauma emocional. Me acuerdo hasta casi llegar al hall donde está la fotocopiadora en la facultad (de Derecho). Ahí empiezo a tener alteraciones en la vista y en el oído. Las caras se disiparon y el murmullo se fue yendo como cuando uno despierta de una cirugía. Recuerdo cuando me quemaron la cara que decían "quemale el ojo". ¿Y qué se acuerda de Bell Ville? -Estaba en la terminal de ómnibus y había tenido un sangrado anal. Estaba en el baño y vi la sangre. Tuve la sensación de mucho miedo. Salí del baño y fui a refugiarme a una silla que estaba detrás de una columna. Estaba sin lentes y no veía casi nada. Había un hombre que me inspiró miedo aunque no pude verle bien la cara. Vi que hablaba por teléfono y me pareció que me miraba. Volví a entrar al baño. Ahí la señora del baño me preguntó si me olvidé un paraguas. Le dije que sí, pero la verdad es que no sé si llevaba paraguas. Luego salí de la terminal y al final unos chicos me vieron y llamaron a la ambulancia. Me preguntaron si me había caído. No me había dado cuenta pero estaba toda ensangrentada. La falta de memoria es lo que me condena y hace que entren en sospecha. -¿Recuerda algo que le hayan dicho? -Cuando ellos entraron a mi casa, me dijeron: "Queremos tu destrucción. Tu destrucción va a hacer que los otros caigan". En ese momento no entendí. Y esta vez me dijeron: "Tu destrucción comienza ahora". Recuerdo oscuridad. No podía gritar. Recuerdo el calor del cigarrillo que se acerca y se aleja varias veces de mi cara. Que me tenían en una casa con piso de mosaico o cerámico. No era cemento. Recuerdo el frío del piso y yo sin ropas. Que cuando me pateaban me oriné, pero yo creí que me habían reventado un riñón y que estaba bañada en sangre. Escucho las voces de dos o posiblemente tres hombres. -¿Quiénes son esos que quieren su destrucción? -Si yo supiera quiénes son... Hay una policía que está procesada, pero no creo que sea la cabeza, sino el chivo expiatorio. -¿Entonces quiénes son sus enemigos? -No tengo enemigos. Sería agrandarme demasiado. Pero el ex subsecretario de Seguridad de la provincia, (Enrique) Alvarez fue el ideólogo de lo que ocurrió en diciembre de 2001, cuando mataron a siete compañeros, entre ellos Pocho (Lepratti). La represión y las muertes fueron selectivas. Yo en ese momento estaba en silla de ruedas, pero si hubiera podido salir a la calle, habría caído. Al gobernador (Carlos) Reutemann lo acusé como responsable político de estos hechos. -¿Pero por qué la atacan a usted? -No soy una persona pública pero soy conocida entre los más pobres. Si quieren desmovilizar entonces atacan a quienes pueden. Los curas son intocables. Si atacaran a los padres Joaquín, Edgardo o Daniel, que son curas que están por la vida y viviendo la fe en la tierra, se armaría un escándalo bárbaro. Y bueno, agarraron a una infeliz que estaba en una silla de ruedas. -Se dijo que usted estaba pensando en irse del país. ¿Es verdad? ¿Qué harías vos si durante ocho meses te mandan anónimos y te agreden cuatro veces? No doy más. Acá en Rosario no puedo vivir. Esto es una cárcel. Por ahí me sale un viaje de tres meses a México o a Irlanda. -¿Qué le diría a la gente que se movilizó cuando usted estuvo desaparecida? -Quisiera hablarles y agradecerles. A veces decir gracias parece simple y poco. Pero este gracias está cargado de sufrimiento y esperanza, de dolor y alegría, y es para los que pelearon por mi reaparición.
| "Soy alguien normal a quien le pasan cosas anormales". (Foto: Alfredo Celoria) | | Ampliar Foto | | |
|
|